4.11.08

La Argentina emboscada

Por Horacio González



Algo grave, emboscado, ha ocurrido en el ámbito del pensamiento argentino. Algo injusto, destructor de símbolos, ha ocurrido en el ámbito de la convivencia. La injuria fácil parece ahora conducirnos. Un arrebato sin arte ni compasión compone fáciles escenas de masacre. En tiempos sin continencia, donde sólo se posee el atributo de la honra, se ataca la conciencia de las personas. Se ataca el nombre y su estima, aquello que es el elemento impalpable y frágil, lo más vulnerable que se tiene y lo que es más susceptible de culpa. Ahora, una parte importante de la política recae en un oficio turbio: destruir la honra, el nombre que sostenemos, los pocos hechos que nos animan para considerarnos partícipes de lo absolutamente humano.

De seguirse así, el impulso comunitario, el ser genérico convivencial, amenaza con desaparecer. El ataque contra Mercedes Sosa, León Gieco, Teresa Parodi y Adriana Varela es una novedad absoluta en estos 25 años de democracia. Vivimos tiempos en que corre peligro la conciencia autónoma. Difícil es describir el modo en que se está vulnerando la idea de que se actúa por actos libres, autorreflexivos. De a poco, agazapado en penumbras, avalado por moralistas de alcantarilla y dictaminadores de fangal, se introduce la idea de que no hay actos libres. Que las personas actúan sin fe deliberativa ni autorreflexión. Que van inducidas a los actos, que los déspotas le suministran estipendio para que se revele una vez más que los artistas populares acatan mandos y cobran por ventanilla. Sólo a la Argentina emboscada se le ocurren estos pensamientos. Y los emboscados, con su saber oscuro, van por los símbolos. Los hostigan publicando fotocopias, mendacidades e insinuaciones. No bajan la imputabilidad unos años, deciden que todos son imputables. No hacen apenas como Standard and Poor’s. No sólo suben el riesgo, sino que nos hacen a todos riesgosos.

Los emboscados quebrantan símbolos. Una hipótesis genérica y totalista sobre la corrupción como gangrena diabólica justifica la emboscadura, la teología folletinesca de los redentores. Un país, este país, si marchase a tener un solo concepto de cuño moralizador rigiendo sus conflictos, convertiría a los ciudadanos en robots salvíficos, sospechando todos de todos, esperando a los mesiánicos libertadores y consumiendo mendrugos de información abaratada. En la era del individualismo posesivo, la idea de que lo que consumimos es miedo y no tiempo, mensajes anónimos y no vida pública, va ganando las ciudades. Los emboscados pueden ganarnos. Un oscurantismo puritanista pero sin verdaderos puritanos dictamina que todo obedece a una metáfora de pudrición de la carne. Cuanto más subida la disgregación de la fe pública, más se impone la idea de corrupción como sospecha metodológica que alcanza alturas del verbo originario. La pregunta por el equivalente dinerario –cuánto cuesta un viaje presidencial, un concierto de rock público, un viaje de músicos– es la inversión absoluta del reino de las viejas teorías sobre la dádiva, el aspecto de gratuidad, ceremonial y artesanía republicana que tienen los actos públicos. ¿Cuánto costó escribir el Facundo? ¿Revisaron los libros de la Imprenta Coni a ver si se pagó lo indebido para publicar el Martín Fierro? ¿Alguien financió el 17 de Octubre? ¿Cuántos platos de lentejas recibieron los que pusieron las patas en la fuente? ¿Cómo pudo pagarse Martínez Estrada el viaje a Cuba si ganaba trescientos pesos? ¿Cuál era el sueldo de Scalabrini dirigiendo la revista Qué? ¿Tenía Leopoldo Lugones una jubilación de privilegio? Los emboscados hacen sus preguntas y empequeñecen la vida cívica. No hay más dones, solo hay mercancías.

Los emboscados consideran que todo el Estado está enredado en los hilos de la putrefacción. Con su mesianismo inclemente hacen retroceder el lenguaje político a las épocas de Savonarola o del Gran Inquisidor. En vez de crear un sentimiento de reparación social que obligue a reconstruir las instituciones públicas con nuevos saberes y críticas reparatorias, no basadas en el fácil escándalo, sino en la capacidad de recrear la política sin tinglados en las sombras, eligen la purificación exasperada, dirigida sobre el pobre ciudadano atrincherado, cuya modesta salvación advendría entonando el credo contra “la época más corrupta de la historia”. La andanada de salmos de los emboscados no contribuye a refundar la necesaria cautela republicana contra los abusos; lleva a la demolición de la institución pública. No otra cosa significa el ataque contra los cantantes populares que en este extenso ciclo histórico se han asociado, por decisión autónoma y convicción social, a los horizontes populares y democráticos, cualesquiera sean. Un artista popular es una conciencia atravesada por los ríos complejos de un momento social. Ellos supieron ser autores de himnos colectivos, recreadores de clásicos olvidados de la lengua musical del país o dieron su voz como sello irreversible, como un bien intangible que fijaba con la mediación del trovador, una queja o una exhortación pública.

Al artista popular lo acechan poderes, dubitaciones constantes sobre su condición de payadores en la era mediática, en el difícil equilibrio entre el compromiso social y el inmediatismo de la política. ¿Quién podría afirmar que los baladistas y cantantes mencionados no representan cabalmente ese drama, convocados por poéticas de vasto arraigo, actuando entre las fronteras de la masividad y de las exigencias de que no sucumba en lo meramente multitudinario el necesario impulso creativo, el timbre original y elevado que debe tener el misal de los desposeídos? Quizá son menos trágicos que Jimi Hendrix o Elvis Presley, cuya filmografía ensayaba en sus comienzos ciertas críticas a la industria cultural. Pero por diferentes motivos se hallan de una manera u otra vinculados con el destino de Charly García, que sumido en hondo drama, lleva el pensamiento sobre el país hacia los límites de la alegoría intensa, a veces arrebatadora, a veces ingenua, casi siempre sobrecogedora. Los monjes de la emboscadura reinante quieren desmerecer a estos músicos con el mecanismo de la indagatoria de trastienda, la seudoinvestigación sobre boletas y comprobantes de vuelo, la vigilancia contable sobre lo que sea, sobre el legado de Violeta Parra o sobre los recuerdos de Antonio Tormo. Los emboscados saben lo que hacen. Esperan su cosecha con la guillotina preparada, esta vez para declarar que se avecina el fin para un ciclo que se llamó de los derechos humanos y que no significa otra cosa que preguntarnos si podemos seguir siendo un país, no una factoría de denuestos.

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14.9.08

Un laberinto intelectual

Carta Abierta discutió un nuevo documento que será difundido la semana que viene. Intelectuales, artistas y académicos se reunieron ayer en la Biblioteca Nacional para discutir los últimos detalles de su redacción. La mayoría avaló el borrador que circuló por Internet.


Unos trescientos miembros del espacio Carta Abierta, compuesto por intelectuales, artistas y académicos, discutieron ayer en la Biblioteca Nacional su cuarto documento, que se conocerá la semana próxima y se titulará “El laberinto argentino”. La mayoría dio su visto bueno, no sin notas al pie, al borrador que circuló en la web. Las intervenciones incluyeron desde elogios a la abstinencia de cámaras de la banda rockera La Renga, pasando por reclamos de criticar “al corrupto de Jaime” y de no simplificar el lenguaje para TN, hasta ironías sobre el “bloque sojero sindical” de la CTA.

Gran parte de las intervenciones se refirieron a cuál es el rol del espacio en la actual coyuntura. “Carta Abierta no tiene nada que enseñar al pueblo. Se debe hablar con el lenguaje propio, sin travestirse. Ya nos proletarizamos y nos fue mal. Este es un espacio que trabaja con la palabra y, como no estamos dentro de una campana de cristal, ponemos el cuerpo”, explicó un orador. La referencia alude a las manifestaciones de las que participan los miembros del espacio. La próxima, el lunes a las 15, partirá desde Diagonal Norte y 9 de Julio hacia la Embajada de Bolivia. El miércoles marcharán a la Jefatura de Gobierno porteño.

El cantante y compositor Juan “Tata” Cedrón destacó la calidad literaria de los textos difundidos y en elaboración, pero planteó el problema que implica llegar al gran público. “El encanto literario de la carta es un hito político. Pero en un país con tanta autodestrucción, con tantos espacios devorados, pienso cómo ganar la opinión pública. Me sorprendió (el autor volvió del exilio el año pasado) saber que un grupo, La Renga, rechaza aparecer en los medios”, admitió. Cedrón recordó que “la intelectualidad liberal se reunió en Rosario a debatir qué hacer con América latina”, hecho que le recordó el acercamiento de la UCeDé al peronismo. El músico advirtió sobre la necesidad de “anticipar las crisis” y señaló que “el Gobierno todavía no supo ver la crisis de representatividad política de 2001”.

El filósofo Ricardo Forster, uno de los tres miembros de la comisión de redacción junto a Horacio González y Jaime Sorin, también se refirió al valor de la palabra. “Kant mencionó como acontecimientos parteaguas de la humanidad a la Revolución Francesa y al Emilio de Rousseau, 500 páginas densas sobre educación. Sabe que las masas no lo leerán pero ve allí una nueva fraternidad posible. No tenemos un Kant ni un Rousseau pero sí intencionalidad, queremos decir algo que no estaba presente. No hay que simplificar el lenguaje para TN. Los medios lanzaron la palabra al zócalo de la historia. Carta Abierta reclama la posibilidad de pensar sin complacencia la complejidad del drama argentino y latinoamericano”, explicó.

No faltaron críticas al borrador. “Las tres primeras cartas estaban escritas desde el interior de los acontecimientos. La cuarta, desde un escritorio”, fue una de las más duras. Las reacciones no se hicieron esperar. “Lo que cambió entra la primera y la última carta es el proceso político. El diálogo con las centrales sindicales es lo central del momento. Discutir con la CGT o la CTA es tan importante como con los movimientos sociales”, replicaron. González también remarcó que “escribir es estar en la acción, no hay nada contradictorio”.

Uno de los ejes centrales del nuevo documento es la valorización de la política de derechos humanos como “nudo troncal de la época” y la crítica al agravio gratuito de quienes hablan de su “uso” para desconectar el ciclo post 2003 de sus bases expresivas y sus raíces de legitimación profundas. “Hay algo de miserable en quienes critican la política de derechos humanos que es difícil de perdonar”, advirtió un orador.

“La legitimidad es el tema en juego de la política argentina. La carta lo dice pero vacila. Si CGT y CTA cuestionan la movilidad jubilatoria es porque algo hay. Atrás hay decisiones políticas. Falta definir quiénes son los amigos”, fue otro de los cuestionamientos. Tampoco faltaron críticas a funcionarios: “El tema ferrocarriles implica resolver la situación de doce millones de personas que viajan todos los días desde el GBA. Elijamos el modo pero digámoslo: Jaime es un corrupto”.

“Un problema a incorporar es el de la renta urbana”, planteó un arquitecto de la comisión de hábitat. “Vivimos en un mundo construido, aunque los cientistas sociales lo ignoren. Techint tiene 400 hectáreas, desde el Riachuelo hasta Berazategui. Ahí hay un plus de valor que merece retenciones. La renta inmobiliaria es enorme”, reclamó.


Los ejes centrales de la Cuarta Carta Abierta

El borrador de la cuarta Carta Abierta se titula “El laberinto argentino” e intenta desmenuzar la coyuntura en sus diversos contextos. Su elaboración corrió por cuenta de la comisión de redacción del espacio, que integra el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, el filósofo Ricardo Forster y el decano de la Facultad de Arquitectura de la UBA, Jaime Sorin.

El texto destaca que el estado de excepcionalidad se mantiene, plantea que la justicia social sigue siendo un horizonte lejano y admite que el Gobierno alterna audacia y conservadurismo. “Falta elaboración, explicitación y proyección en medidas centrales”, sostienen los intelectuales y citan como ejemplos la estatización de Aerolíneas Argentinas, el pago al Club de París y el debate sobre la movilidad jubilatoria. También incluye críticas al ministro de Justicia, Aníbal Fernández, por imputar delitos a partidos y organizaciones sociales en lugar de reconocer el pésimo estado del transporte público.

“La neoderecha popular-mediática alterna goce de sus reflejos desestabilizadores con reclamo hipócrita de hacer cesar el conflicto”, destacan los autores. Para graficar la complejidad de la época plantean la imagen de miles de personas frente al estanciero Eduardo Miguens cantando “Si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”. Concluyen en la existencia de un alarmante déficit de interpretación de la sociedad.

El texto destaca que la autodenominada izquierda insiste en confundir movilización masiva con política popular, en tanto la izquierda real vería en el Gobierno la encarnación de la voz del pueblo, aunque desafinada. Los intelectuales consideran que existe una diferencia conceptual de la era K con respecto a los procesos económicos habituales de coacción y dominación y destacan la necesidad de una genuina base de sustentación popular.

Publicado en Página 12, el 14 de septiembre de 2008

26.8.08

Carta por la libertad de expresión

Comenzó a circular una carta en defensa de la libertad de expresión, a propósito de las críticas y denuestos contra el poeta Héctor Kalamicoy. Éste es el texto que está siendo firmado en Neuquén.


Manifiesto Por...

La libertad de producción y acceso a los bienes culturales

La libertad de pensamiento

La libertad

Quienes estamos ligados/as al quehacer educativo, intelectual, artístico y cultural en general, hacemos público nuestro más enérgico rechazo a cualquier forma de CENSURA Y REPRESIÓN a la libertad de creación y expresión y/o prohibición de la libre circulación y acceso a todas de las formas de producción cultural sean éstas pasadas, presentes o futuras.

Esta manifestación -que pareciera hasta ridícula, atemporal e innecesaria- es en las actuales circunstancias una imperiosa necesidad, en virtud de las exigencias públicas de un grupo de censores, que pretenden retirar de circulación de las escuelas -vía Consejo Provincial de Educación y Legislatura Provincial del Neuquén-, el poemario Introducción a un Feo Lugar de Héctor Kalamicoy, premiado en el concurso Escribiendo en la Patagonia, en el marco del programa Nacional de Lectura del Ministerio de educación de la Nación.

Rechazamos con la misma fuerza todos los agravios e ironías vertidos tanto hacia el autor (recurso fascista) como al estilo de su producción (Hegemonía cultural).

El ejercicio de la censura, que dolorosamente nos recuerda momentos críticos de nuestro país vividos durante la pasada Dictadura militar, sienta un precedente imposible de aceptar por los/as trabajadores/as culturales, máxime en una sociedad que se pretende democrática.

La lectura de toda obra de arte es política.

En la opinión –difundida por los medios- sobre la obra en cuestión se deja en claro un malestar por la crítica al modelo sociopolítico y por el uso de un lenguaje coloquial; por ende, lo que se busca al retirarlo de la circulación es imponer límites a lo decible y a lo indecible en la cultura de la provincia y la imposición de una moral hegemónica.

Creemos que las escuelas son ámbitos de debate y de crítica de la cultura a partir de la circulación de distintas miradas y discursos sociales y artísticos existentes; en los que docentes, padres y madres ponen o debiesen poner a disposición las herramientas necesarias para poder apreciar las distintas y disímiles manifestaciones artísticas.

23.8.08

Política y locura


Por Horacio González *

La locura siempre fue un tema de debate político. Pero también la política es un tema ante el que suele pronunciarse la palabra locura. A veces podría pensarse que existe la política para poder definir qué es la locura. Por eso, la palabra escapa al campo de las psiquiatrías o los estudios de la mente para alojarse en un sentido genérico, que es el modo en que el lenguaje se destruye y perdería su sentido vital. Sin embargo, aun si no se dice nada que posea un significado claro, no por eso estamos locos. “No estamos locos” cuando damos la garantía de que, aun en el enredo de las palabras, no perdimos ni el poder de rectificación ni la cuerda de ironía que permite “retirar todo lo dicho”. La locura no es hablar sin ton ni son –eso lo hacemos todos, todos los días–, sino la culpable incapacidad de revocatoria. La locura es no tener memoria de lo ya hablado, es decir, la pérdida de la facultad de autorreflexión. La capacidad de revocar es una cuerda inherente al habla, un sentimiento que debemos sentir en todos los tratos que emprendemos mediante el lenguaje. Es la garantía de que no hay locura.

En los momentos agudos de crisis social, reflorece la pregunta por la locura. En verdad, la percepción de la crisis aparece como un sinónimo de locura. Lo inadmisible puede ser “locura”. Ante lo desquiciado, solemos tener preparada la fácil expresión: “¡qué locura!”. Es una obvia expresión cotidiana, pero podrá tener luego sus redactores psiquiátricos ofrecidos para la gran reparación política. Resurge entonces el recurso de los presuntos salvadores o terapeutas de urgencia que, en primer lugar, son dictaminadores. Dicen: “hay locura”; “el poder está loco”; “los gobiernos están locos”.

Los médicos lombrosianos de la política, personajes redentores de última hora, deben ser creíbles a la hora de designar a la locura o a los locos. Así como los Estados represivos que habían obstruido su vitalidad social declararon locos a sus opositores apelando al argumentum psiquiatricum, hay un nuevo Parnaso redescubierto por la reacción conservadora. Cuando ésta se recrea como acción de multitudes, se siente más cómoda en el suministro de sensaciones de alarma –la amenaza del miedo, de la locura, del pánico: toman esto de las series de televisión–, que amparando el lenguaje político en sus coordenadas objetivas. La razón que los restauradores ansían comienza por ser un manojo selecto de políticas del miedo. Lo que fascina y se quiere expulsar, la locura, es ahora el otro nombre de la turbación que parecería anidar en la política clásica y sus hipótesis realistas de transformación social, bien o mal expresadas.

Acusar de locura a la política clásica, en todo el mundo, es hoy un percutor técnico de los asesores de las derechas modernistas. Llamo política clásica a la que argumenta bajo el signo del realismo crítico, es decir, la que postula historicidad, herencias, voluntad de transformación y lo moderno como reapropiación colectiva de los nuevos horizontes tecnológicos. En cambio, las derechas renovadas ven todo eso como paleopolítica, gozan de los trastrocamientos, concurren a sus actos masivos como descamisados, confunden “look” con simbología, ven la pureza mística ofendida por cuestiones tributarias y hablan de la “gente” para rechazar el clientelismo sin sentirse en ningún momento como clientela aldeana de las peores formas de la globalización. Todo lo que se opone a esto, ya están seguros, puede denominarse frenesí o demencia. El desmantelamiento de los legados de la ciudad política, con sus baches históricos, está listo. Hay locura, profieren.

Obras teóricas de gran repercusión en los tiempos modernos trataron de diverso modo esta cuestión. Se trataba de ver si los momentos de angustia colectiva o de profunda alteración llevaban también a la pérdida de la razón, al desatino individual. Una ciencia de moda a fines del siglo XIX, una suerte de psiquiatría social novelizada, imaginó que se acrecentaba la locura cuanto más se manifestasen los rasgos de una zozobra histórica. Grandiosamente, el Facundo de Sarmiento había rondado por esas regiones. Luego, un siglo y poquitas décadas después, un sabio francés postuló que la locura era una pieza esencial para pensar la historia de la filosofía, tanto para ir revelando cada momento en que la civilización enclaustraba a su propio ser trastornado como para sugerir, sin terminar de hacerlo nunca –¡ah, Michel!–, que la reposición de la verdad consistiría en considerar la locura como la tragedia necesaria por la que debería pasar la autenticidad de la vida.

De un modo u otro, se resiste a dejar la escena la idea de que la locura es social, un verdadero momento de la historia, el instrumento más fértil para juzgarla. De ahí que esta vigilia de la locura sobre la filosofía pueda tener una intencionada traducción política, tan vulgar como frecuente, tan trivializada como urgente. Es el estigma que los políticos perezosos tienen a su disposición cuando ven la cosa fácil, a punto para la póstuma estocada “restauradora de las leyes”. Las derechas mundiales ya no principian su demolicionismo ofreciendo alternativas económicas, sino de saneamiento mental. Así, Duhalde ha dicho –y luego desdicho: o sea, dicho– que Kirchner parecía Hitler o Mussolini. Esto es, que estaba loco. Locura, aquí, es sinónimo de desmesura, atribución abrupta de nombres impropios, lo horrendo en la historia, lo que surge ya condenado. Desde hace unos meses el pensamiento sobre la locura de los gobernantes es la piedra angular del estilete desestabilizador.

Un ingrediente que excede el desarrollo que puede tener una oposición cabal –que lo debería ser por su fortuna argumentativa, su capacidad de aglutinamiento, su lucidez histórica, sus expectativas de un caudal creciente, lo que fuera– es precisamente el desmontaje específico de una legitimidad inherente a la existencia democrática. Sería lo característico, lo perteneciente a la lógica de los actos políticos de la institución pública, que se abate por obra del argumento mayor del sentido: si hay locura, no puede haber ley. Así, como dice Ignacio Vélez, las neoderechas declaran la legitimidad pública como ilegal y su propia ilegalidad como legítima. Con este retorcimiento, revalorizan la leyenda del espíritu capitalista de los patrones en huelga como si fuera el “mito de la huelga general” que hace un siglo procuraron los activistas del vitalismo revolucionario.

Mientras el Gobierno ronda sobre el antiguo peñasco de la razón de Estado –y esto debe cambiarlo: se entiende lo que quiero decir–, la oposición no está atada a ningún raciocinio, a ningún punto fijo. Actúa como si fuera un “medio de comunicación”, reticular y difusa. Manos libres, traslúcida, movilera, canchera, talante novelero, levedad del ser, bajando de su anaquel decisionista fraseologías de izquierda o de derecha, estatistas o liberales, tanto da, conjeturando una nueva aerolínea del aire o dándole aire a cualquier línea conjeturada.

La noción de locura como acto de degradación de la institución pública, que precisamente se debe exponer a través de la voz gubernativa, es una imputación límite, la pieza final de un ánimo exonerativo. Ha conseguido en una medida importante neutralizar la capacidad estatal de generar creencias colectivas. Ha puesto sitio a la diferencia política que encarnaba el Gobierno. Parece haberlo logrado con una difusa división de trabajo que comienza por quienes en barrios lejanos formulan mediciones de riesgo –digamos, un puñado de ejecutivos de Standard & Poor’s– y los que en suburbios conocidos arrojan de a puñados la idea de que estamos en el punto de riesgo estándar. Hay locura. Así como Néstor Perlongher decía “hay cadáveres”, algo se nos devuelve diciéndose “hay perturbados, hay delirantes”. El ex presidente Duhalde quedó a cargo de esa ulterior formulación.

Es la que habilita que todo sea posible en materia de conflagración o antítesis. El sentimiento de que todo es posible es en verdad un rasgo del totalitarismo. Y esto lo garantiza el arpón que proviene de los sitiadores y sus exorbitantes acopios, ese volumen de lenguaje que no cesa para declarar la mácula, el escarnio, la tara. No hace mucho, un diario opositor publicó un “diagnóstico psiquiátrico” sobre Kirchner. La expresión bipolar –bien calificada por Jorge Pinedo en PáginaI12 como “hazaña gramatical de última generación, capaz de hacer mutar una categoría (nunca al azar) psicológica en diatriba de cabotaje”– aparece como pseudociencia del chiste entre amigos, como golpe en el diccionario y como diccionario golpista. No es posible combatirlo afirmando sólo una razón de Estado que ahora será vista como locura, sino recreando el lenguaje público de la razón crítica, la de los movimientos populares argentinos del siglo XX, aun con su herencia a ser reescrita.

* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

Publicado en "Página 12", el 23 ago 2008

15.8.08

Documento de Carta Abierta Neuquén

Se difundió esta semana en Neuquén capital el documento firmado por intelectuales, universitarios, artistas, escritores, periodistas y gente de la cultura. El texto se reproduce a continuación.


Carta Abierta Neuquén
Por mayor democracia, producción y mejor distribución de las riquezas

Carta Abierta es un espacio de reflexión y trabajo para quienes comprometidos con el quehacer cultural, científico y social de nuestra región, sentimos la necesidad de avanzar en un camino de recuperación y profundización de nuestra vida democrática como en el reconocimiento de una necesaria distribución de la riqueza, condición indispensable para el sostenimiento de un país justo y digno.

Apelamos a esta convocatoria en el marco de la confrontación política económica y cultural que se ha explicitado en nuestro país y que ha trascendido el tema “del campo”. En estos mas de 140 días se ha puesto de manifiesto la existencia de visiones y modelos de país antagónicos que lejos de plantearse sólo como un debate de ideas, ha tensionado y puesto en discusión principios fundamentales de la república y del estado de Derecho. El enfrentamiento entre los sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y el gobierno nacional, exacerbado y narrado de manera maniquea por los grandes medios de comunicación, ha puesto de manifiesto el carácter primordial que tiene hoy la reflexión como campo de acción de las ciencias, la política, el arte, la información, la literatura, la acción social, los derechos humanos y todo saber que desde una “palabra crítica” nos permita recuperar el vínculo entre los mundos intelectuales y sociales con la realidad política.

Desde la pluralidad de ideas, por fuera de las organizaciones partidarias y gremiales, y con el acento en una mirada crítica sobre la realidad y sobre los errores cometidos, queremos en este espacio de reflexión dejar sentado nuestras profundas diferencias con la derecha ideológica del mercado que hoy expresada tras la máscaras de las entidades del campo y la de sus aliados circunstanciales, no está dispuesta a resignar su lugar de privilegio. En sentido contrario afirmamos nuestro apoyo a las políticas públicas que expresen de manera efectiva, una mayor y mejor redistribución de la riqueza que tienda a eliminar la exclusión social y deje expedito el camino hacia la participación e igualdad de oportunidades.

También el ámbito provincial resulta objeto de nuestra preocupación y en particular la demanda cada vez más vigorosamente planteada acerca de un modelo político de provincia que deje atrás sesgos autoritarios y hegemónicos, y avance en el terreno de la igualdad y de la participación plural.

Resulta necesario y urgente crear nuevos lenguajes, abrir los espacios de actuación y de interpelación para avanzar en la constitución de una nueva Argentina y de nuevos imaginarios sociales capaces de superar los viejos y fundacionales mitos identitarios. Como se expresa en la Carta publicada el 27 de abril que dio lugar a la conformación de este espacio, “la relación entre la realidad política y el mundo intelectual no ha sido especialmente alentada desde el gobierno nacional y las políticas estatales no han considerado la importancia, complejidad y carácter que tiene la producción cultural. En una situación global de creciente autonomía de los actores del proceso de producción de símbolos sociales, ideas e ideologías, se producen abusivas lógicas massmediáticas que redefinen todos los aspectos se la vida social…”

Es precisamente por todo esto que entendemos como necesaria la interacción entre el mundo intelectual y la política, en tanto nos involucra con las distintas dimensiones de la justicia, la igualdad, la democratización y la producción de nuevas formas simbólicas capaces de expresar las transformaciones de la época.

Primera reunión de Carta Abierta en la región



NEUQUÉN (AN).- Con una charla del economista socialista Humberto Zambón, quedó ayer constituido en Neuquén el espacio Carta Abierta, un ámbito intelectual de debate y reflexión que surgió a raíz del conflicto de sectores agrarios con el gobierno nacional.
La idea es debatir sobre la democracia, la política y el rol del Estado en el contexto de ese conflicto, conscientes de que la intelectualidad argentina creó un hueco en esta materia durante los últimos años.
Anoche, en La Conrado, se realizó el acto de firma del documento fundacional de la conformación neuquina de Carta Abierta.
El espacio surgió en Buenos Aires y se reprodujo en Córdoba y Santa Fe. En Neuquén hubo dos reuniones anteriores.
La convocatoria original fue realizada por los profesores universitarios Enrique Mases y Beatriz Gentile (que es funcionaria de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación).
Zambón, Osvaldo Pellín, Osvaldo Calafatti, Alicia Frischknecht, Carlos Reeves, Nora González, Graciela Blanco, Gabriel Rafart, Antonio García, Gustavo García y María Rasetto, son algunos de los que se fueron sumando. El espacio está abierto a más adhesiones.


(Publicado por el diario "Río Negro", el 15 de agosto de 2008)

23.6.08

Encuentro de poetas en Córdoba

Entre el jueves y sábado de la semana próxima se realizará en la ciudad de Córdoba la tercera edición de “El presente de la poesía”, un encuentro del que participan poetas de varias provincias del país. En esta oportunidad, se organizaron homenajes al cordobés residente en Villa Dolores, Alejandro Nicotra, y al salteño Jacobo Regen.
La organización del encuentro está a cargo de la secretaría de Cultura de la provincia mediterránea y tiene como sede la Biblioteca Córdoba, dependiente de ese organismo oficial. Los poetas Susana Cabuchi y Claudio Sánchez son los responsables de la programación, que consiste en lectura de textos a cargo de los poetas invitados y de trabajos de crítica sobre poesía.
Además de Regen y Nicotra, asistirán María Teresa Andruetto, Julio Castellanos Ana María Cossio; Graciela Di Bussolo, Silvio Matón –de Córdoba-; Daniel Freidenberg, Javier Aduriz, Sara Cohen –de Buenos Aires-, Eduardo D’Anna y Concepción Bertone –de Rosario-; Gerardo Burton –de Neuquén- y Amira Juri –Tucumán-, entre otros.
La apertura será el jueves en la biblioteca con discursos a cargo de José García Vieyra, secretario de Cultura de la provincia, de la presidenta del Colegio de Escribanos cordobés, Nidia Lasagna y del director de Letras y bibliotecas, el poeta Julio Castellanos.
A continuación, comenzarán las lecturas de poemas y crítica, que serán el eje de las tres jornadas y se desarrollarán el viernes por la tarde y el sábado por la mañana. El encuentro concluirá ese mediodía con el homenaje a Regen y Nicotra.
Regen nació en Campo Quijano, Salta, en enero de 1935. Seg´un la crítica Miriam Fuentes, "su poesía refleja palabra y acto, posee la síntesis coherente, limpia y fiel de quién ya lo ha visto todo, de quien ya profundo e intenso como un pozo ha vivido adentro de la piel misma y breve del verso".
Publicó varios libros de poesía, entre ellos "Seis poemas" (1962); "Canción del ángel" (1964); "Umbroso mundo" (1971); "Canción del ángel y otros poemas" (1971). En 1984 se editó, por medio de la Dirección de Cultura de Salta, su obra "El vendedor de tierras", que fuera distinguido con el Primer Premio Concurso Anual de Poesía para Autores Éditos. En 1991 apareció su antología "Poemas reunidos".
Alejandro Nicotra nació en Sampacho en 1931 y vive en Villa Dolores, Córdoba. En 1994 recibió el Premio Konex Poesía correspondiente al quinquenio 1984-1988. Es licenciado en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Córdoba. Obtuvo varios premios: Premio Nacional "Iniciación" otorgado por la Comisión Nacional de Cultura, 1951; Premio Regional de Literatura otorgado por la Dirección Nacional de Cultura, 1960; Premio "Arturo Capdevila" otorgado por el P.E.N. Club Internacional, 1968; Premio "Leopoldo Lugones" otorgado por la Universidad Nacional de Córdoba, 1969; Faja de Honor otorgada por la Sociedad Argentina de Escritores, 1977 y Premio "Esteban Echeverría", 1991. Es miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras, desde 1990. Colabora con los diarios La Nación, La Prensa, La Gaceta y otros, y fue director de Cultura de la Municipalidad de Villa Dolores, 1992.
Entre sus libros publicados figuran "El tiempo hacia la luz" -1967; "Detrás, las calles" -1971; "El pan de las abejas y otros poemas" -1983; "Puertas apagadas" -1986; "Desnuda musa" -1988.

22.6.08

La política en manos de la oposición mediática

Por Nicolás Casullo

Se habita un tiempo donde lo mediático roba casi todo lo real de la realidad. La carencia de ideas y programáticas de una oposición política no constituida definidamente, provoca que esta ausencia haya sido reemplazada, cooptada, tal vez casi de manera definitiva, por la lógica de la información de masas (movilero, locutor, entrevistador, periodista analista). Una lógica mucho más eficaz, y con sello de época, en la trama de la sociedad, donde los medios en su “no hacer política” hacen la sustancial política diaria que confirmaría la imprescindible muerte de la política, dejada atrás como lo zángano y corrupto en la vida de los argentinos.

Una lógica periodística del slogan, de la frase compactadora, del título fuerte, del copete “síntesis”, del dato gancho, del impacto efectista, del hallazgo ocurrente, del reduccionismo de corte publicitario “en tres palabras”. Una lógica de la trasmisión diaria en cadena de todos los informativos. Una lógica mediática bandolera, cuyo oficio totalizante ha devenido desvalijar los hechos centrales, quitar del medio los sentidos que importarían ver debajo de la hojarasca, sustraer los significados. Cumplir entonces puntillosamente el repertorio conservador, reactivo y antipolítico del statu quo permanente, mientras se almuerza con Mirtha Legrand: un sentido común esparcido, siempre logrado, que el dominio entre bambalinas del país y las apetencias del mercado capitalista necesitan para explicar el mundo. Todo se “compra”, todo se “vende”. Por lo tanto lo único cierto es “el mercado”. La mercancía informativa expone un supuesto mundo a su imagen y semejanza, como lógica que rotula y marca tecno-masivamente a la ciudadanía.

Ejemplo uno de atraco mediático. La Presidenta dijo en la Plaza: “desde una corporación, cuatro personas a las que nadie votó, a las que nadie eligió, se reunían, deliberaban, decidían y comunicaban al resto de los argentinos quién podía andar por las rutas del país y quién no”, significando que ningún sector o instancia civil puede asumirse ese poder, salvo el Estado y el gobierno elegido por voto, que puede plantearse esa acción interruptora bajo conmoción o conflicto grave interno y externo, o en circunstancias excepcionales de un orden amenazado. Los grandes medios gráficos, radiales e informativos concentrados, transformaron sin embargo inmediatamente esa frase sobre los representantes del agro, en: “cuatro personas a las que nadie votó”, como si la Presidenta ignorase algo que sabe hasta el menos avezado de los ciudadanos: que efectivamente fueron votados, gremialmente, para gobernar las normales tareas de cada asociación. Pues bien, sobre esa falacia extrema de poda mediática, se montó el mayor sintagma explicativo de las últimas 72 horas para recalentar las aguas del conflicto.

Ejemplo dos de sustracción mediática. Durante estos cien días y pico de dura protesta que planteó el lockout agrario, un acontecimiento extraordinario superó al resto de las noticias, de los datos, cifras, diferencias y voces. Y ese suceso fue el corte de rutas o tractorazos permanentes que asolaron el país, lo desabastecieron de alimentos, suministros y libre paso de la gente, hasta alcanzar grados de caos y de sociedad “en abismo”. Pues bien, en todo este lapso no hubo ni varios programas, ni los necesarios, ni un solo programa (desde los medios de masas más concentrados y de buena audiencia) que se haya dedicado exclusiva y totalmente a tratar, señalar, reflexionar y condenar con pelos, argumentos, señales, voces y comentaristas esta producción reaccionaria sobre la escena nacional: el país cautivo por los “buenazos mateadores” de las banquinas. Por el contrario, el accionar mediático provocó una inmensa platea social, para la cual ese dato vertebral y nocivo a una institucionalidad democrática con su régimen de partidos, fue absolutamente naturalizado, neutralizado, aceptado, velado en los reales sentidos que portaba de violencia, autoritarismo y brutalidad anticomunitaria.

Qué te digo cuando te digo

Tanto uno como otro ejemplo de manipulación mediática (entre otros) que involucran nada menos que la palabra presidencial y la operatoria anticiudadana mayor de estos tres meses, grafican claramente el estado mental y de conciencia de gran parte de los argentinos, en cuanto a saber de qué se tratan las cosas, que está sucediendo en su país, qué está en juego en los desacuerdos, y qué representan los diversos actores de la escena.

Puede decirse entonces, como perspectiva de comprensión de la crisis nacional, que la posibilidad de avance hoy de un gobierno democrático institucional (que se autoidentifique con amplios sectores populares sufriendo distintos grados de injusticia y postergación de sus derechos sociales) pasa también y de manera cada vez más acuciante por una instancia de desmontar diariamente un orden que cuenta las cosas (para la probabilidad de modificar tales cosas).

Una contienda que sin duda no remite a ninguna Secretaría de Cultura ni a un Ministerio de ciencia pensado casi exclusivamente para la tecnoindustria, sino que remite a la pura política actuando culturalmente, en estado de constante actualización de sus concepciones de masas, hacia las masas y con las masas. Teniendo en cuenta que la disputa neurálgica en nuestra democracia –en un mundo como el actual bajo dinámica transcultural de derecha– es quebrar constantemente disposiciones interpretativas dominantes. Querellar un orden de los imaginarios en cada coyuntura. Expropiar dimensiones simbólicas de masas educadas y formadas por los propios adn del sistema de alienación en su edad audiovisual expandida. Compenetrarse del clásico, y para algunos superado, tema de las ideologías y de las clases sociales, tal cual enseñaban los libros marxistas tan vendidos en la calle Corrientes años atrás.

En la Argentina de estos días se evidencia que el debate por los significados es una lucha comunicacional de masas donde se juega suerte y destino de cada política. Algo similar sucede en América latina. La época democrático popular y todas las izquierdas necesitan un nuevo ensayismo de análisis y de masas cotidiano, que amalgame herencia de sociólogos, de periodistas, de nietos de Jauretche, de intelectuales y cuadros políticos que digan y disputen palmo a palmo conciencias ciudadanas demasiado golpeadas y desorientadas en la última década. Desenredar a las palabras del astuto pastiche mediático de cada jornada. Tratar de llevarlas a un sitio donde les dé de vuelta el aire y las refresque.

Hoy esas palabras, y las definiciones que componen, no muestran. Esconden. Cuando en la “gran radio y la gran TV” se dice tan ecuménicamente “dialogar” se está diciendo en realidad quitar las retenciones. Y cuando se dice pastoralmente “pacificar”, o “buscar la unión de todos los argentinos”, se dice también y solamente quitar las retenciones. Y cuando se hace referencia a un Parlamento con mayoría oficialista por una cuestión de votos, se dice “escribanía para la firma”, “mano de yeso”, o se postula como nueva “calidad democrática” una increíble cámara de legisladores desagregada en “cientos de posturas” cada una por su lado como “las miles de historia de la ciudad de San Francisco” protagonizada por Karl Malden en los ’70.

La “objetividad” mediática

Los medios de comunicación imponen su bestial “diagrama institucional” bajo una horma de mercado que hoy reina soberana. Implantan su matriz de acuerdo a la programación emisora, su valor de lo que sería democracia, la virtud de un votante apolítico que en realidad no debe saber ni siquiera a quiénes elige cuando elige, porque debería votar átomos “libres” de compromisos partidarios. En esa misma dimensión mediática y formativa del espíritu (como dirían los idealistas alemanes del XIX) se organiza un mensaje a repetición con muy pocas variaciones: los gobernadores e intendentes que estructuran la política son todos “rehenes o secuaces de la chequera”, las concentraciones populares son “mercenarios a cincuenta o cien pesos por cabeza”, el Estado de nuestra democracia “una máquina que le está metiendo las manos en los bolsillos a usted señor oyente todos los días”, la adhesión de Hebe de Bonafini a Cristina Fernández “cinco palos puestos sobre la mesa”, y la Presidenta “una secretaria de Kirchner”.

Se asiste diariamente a la desmembración ideológica de lo democrático desde la absoluta irresponsabilidad de los dueños del mensaje, una suerte de aquelarre mediático disolvente de todo valor, y donde no existe propuesta alternativa ni referente ni el menor asombro ante cualquier cosa: estadio societal plausible de ser simbolizado con la pregunta con que Marcelo Bonelli inicia su entrevista con Elisa Carrió la semana pasada en A dos voces de TN: “¿Y doctora, el Gobierno sigue robando?”. O el comentario de un periodista de Radio Mitre a la tarde, Marcelo Moreno, que luego de una entrevista que me hace un programa, de escuchar mis reflexiones críticas al agro, y de cortar la comunicación, cerró el reportaje diciendo al aire: “cuando escucho a este tipo de intelectuales tengo ganas de vomitar”.

Es indudable que en el campo de la contienda política por el significado de los hechos, y sus consecuencias, es donde el Gobierno viene perdiendo terreno en manos de un poder que desgasta, desvaloriza, deslegitima, sin dar cuenta de sus emisiones y sin que nadie le pida cuentas políticas de sus responsabilidades e intereses en los marcos del conflicto. Más allá de sus errores, que los tiene abundantes en la crisis del agro, ése es el dato del presente democrático argentino: si el Gobierno no asume este desafío con el despliegue de todos sus recursos humanos, su proyecto democrático carece de la consistencia persuasiva que la época exige.

Publicado en la edición del 21 de junio de 2008 por Página 12

16.6.08

Los patrones del campo atacan de nuevo

Carta Abierta/ 3

La nueva derecha en la Argentina

¿Cómo se puede reclamar la nacionalización del petróleo cuando la lucha que se despliega es contra una medida progresiva de índole impositiva? ¿Cómo se puede llamar a la lucha contra la pobreza con aliados que expresan las capas más tradicionales de las clases dominantes? Algo ha sucedido en los vínculos entre las palabras y los hechos: un disloque. Los símbolos han quedado librados a nuevas capturas, a articulaciones contradictorias, a emergencias inadecuadas. Ningún actor político puede declararse eximido de haber contribuido a esa separación. Las situaciones críticas obligan a preguntarse qué palabras le corresponden a los nuevos hechos. Entre las batallas pendientes en la cultura y la política argentina, está la de nombrar lo que ocurre con actos fundados en una lengua crítica y sustentable. Sin embargo, hoy las palabras heredadas suelen pronunciarse como un acto de confiscación. Cualquier cosa que ahora se diga vacila en aportar pruebas de su enraizamiento en expectativas sociales reales. Parece haber triunfado la “operación” sobre la obra, el parloteo sobre el lenguaje.

“Clima destituyente” hemos dicho para nombrar los embates generalizados contra formas legítimas de la política gubernamental y contra las investiduras de todo tipo. Una mezcla de irresponsabilidad y de milenarismo de ocasión sustituyó la confianza colectiva. “Nueva derecha” decimos ahora. Lo decimos para nombrar una serie de posiciones que se caracterizan por pensarse contra la política y contra sus derechos de ser otra cosa que gestión y administración de los poderes existentes. Una derecha que reclama eficiencia y no ideología, que alega más gestión que valores –y puede coquetear con todo valor-, que invoca la defensa de las jerarquías existentes aunque se inviste miméticamente de formas y procedimientos asamblearios y voces sacadas de las napas prestigiosas de las militancias de ciclos anteriores. Esa derecha impugna la política como gasto superfluo y como enmascaramiento, pero es cierto que la impugna con más dureza cuando la política pretende intervenir sobre la trama social. Tiene distintas inflexiones: desde la ilusoria eficiencia empresarial del macrismo hasta el intercambio directo de dones y rentas imaginado en Gualeguaychú, sin Estado ni partidos, solo con golpes de transparecia contra lo que llaman obstáculos.

Transparencia social imposible, como no sea bajo un régimen cohercitivo, que expresa su desprecio hacia la política como capacidad transformadora, como intervención activa sobre la vida en común. De ese vaciamiento son responsables, también, los profesionales de la política que priorizaron sus propios intereses mientras sostenían un discurso de lo público. Demasiado tiempo vino degradándose el lenguaje político como para que no surgieran mesianismos vicarios y vaticinios salvadores que en vez de redimir el conocimiento político son el complemento milenarista del espontaneísmo soez. La nueva derecha viene a decir que eso no está mal y que se debe llevar a sus últimas consecuencias, disolviendo la instancia misma de la política. Es fundamentalmente destituyente: vacía a los acontecimientos de sentido, a los hechos de su historicidad, a la vida de sus memorias. Por eso, atraviesa fronteras para buscar terminologías en sus antípodas. Es una nueva derecha porque a diferencia de las antiguas derechas, no es literal con su propio legado, sino que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social.

La nueva derecha puede agitar florilegios de izquierdas recreadas a último momento como préstamo de urgencia o anunciar compromisos caros a las luchas sociales de la historia nacional, sea Grito de Alcorta, sea la gesta de Paso de los Libres en 1933, sean las asambleas del 2001. Es una nueva derecha veteada de retazos perdidos pero no olvidados de antiguas lenguas movilizadoras. Condena el vínculo vivo de las personas y las sociedades con el pasado, llamando a un ilusorio puro presente que podría desprenderse de esas capas anteriores. Lo hace, incluso, cuando trae símbolos de ese pasado sujetándolos a relaciones que los niegan o vacían. Cita al pasado como una efemérides al paso. Será jauretcheana si cuadra, aplaudirá a Madres de Plaza de Mayo si lo ve oportuno, dirá que adhiere a Evo Morales si se la apura, y no le faltará impulso para aludir a los mayos y los octubres de la historia. Mimetismo bendecido, tolerado: es la nueva derecha que ensaya el lenguaje total de la movilización con palabras prestadas. Procede por expurgación y despojo: restándole a la realidad algunas de las capas que la constituyen y presentando en una supuesta lisura la vida en común. En ella no hay espesor, diferencias, desigualdades, violencias ni explotación; ella habla del “campo” trazándonos un dibujo bucólico de pioneros esforzados de la misma manera que considera la pobreza y el hambre como desgracias naturales o como penurias redescubiertas para sostener una mala conciencia de escuderos novedosos de los poderes agrarios tradicionales.

En la nueva derecha reina lo abstracto pero con la lengua presunta de lo concreto: precisamente la que hablan los medios de comunicación. A la trama moral de las acciones la tornan escándalo moral, denuncismo de sabuesos que dejan saber que las sospechas generalizadas sobre la vida política son instrumentos que pueden sustituir un pensar real. En ella se trata de reivindicar la honestidad de los ciudadanos-consumidores, su espontaneidad expresiva ante las manipulaciones de la vieja política; transparentar es su grito, mostrar un supuesto lenguaje sin espesura es su lema. Sin obstáculos, sin pliegues. Sus lenguajes apuntan a vaciar de contenido historias y memorias de la misma manera que buscan desmontar cualquier relación entre universo reflexivo-crítico y política transformadora. Devastación del mundo de la palabra en nombre de la brutalización massmediática; simplificación de la escena cultural de acuerdo a la continua mutilación de la densidad de los conflictos sociales y políticos.

La nueva derecha es ahora un conjunto de procedimientos y de prácticas que se difunden peligrosamente en las más diversas alternativas políticas. La aceptación de que la escena la construyen los medios de comunicación lleva a un tipo de intervención pública tan respetuosa de ese poder como sumisa respecto de las palabras hegemónicas. Hace tiempo que los estilos comunicaciones habituales recurren al intercambio de denuncias como una cifra moral, que parece menos un proyecto compartible de refundar la política en la autoconciencia pública emancipada que en la circulación de un nuevo “dinero” basado en un control de la política por la vía de un moralismo del ciudadano atrincherado, temeroso, ausente de los grandes panoramas históricos. Moralismo de estrechez domiciliaria, pertechada, víctima de miedos construídos y de oscuros deseos de resarcimiento. Es un viaje que parece no tener retorno hacia la espectacularización de una conciencia difusa de represalia. Es un recelo que va quedando despojado de contenidos, como no sean los parapetos medrosos de un pensamienteo consignatario. Todo lo que implica la misma incapacidad para descubrir que lo que llaman “opinión pública”, que en ciertos momentos de la historia, es un acatamiento a lo que habla por ella más de lo que ella balbucea de sí misma.

La nueva derecha se inviste con el ropaje de la racionalidad ciudadana, adopta los giros de lenguaje y los deseos más significativos de una opinión colectiva sin la libertad última para ver que encarna los miedos de una época despótica y violenta. Un intenso intercambio simbólico viene a sellar así la alianza entre la nueva derecha, los medios de comunicación hegemónicos y el “sentido común” más ramplón que atraviesa a vastos estratos de las capas medias urbanas y rurales del que tampoco es ajeno un mundo popular permanentemente hostigado por esas discursividades dominantes.

Lo que sucede en Bolivia, quizás el escenario más complejo de la región, debe alertarnos. No porque sean equivalentes los fenómenos sociales y políticos, sino porque el tipo de confrontación que las derechas bolivianas despliegan advierten sobre cuánto se puede decidir no respetar la voluntad popular, aáun apelando a frenesís plebiscitarios. En Argentina no estamos ante un escenario de esa índole pero sí asistiendo a la emergencia de nuevos fenómenos políticos reactivos y conservadores, que atraviesan partidos políticos populares y organizaciones sociales. Todo trastabilla ante la cuerda subterránea que tienden las nuevas derechas. La señora cansada del conflicto, el locutor de la noche harto de la refriega, el pequeño rentista fastidiado de las listas electorales que había votado. Las nuevas derechas ejercen su señorío como una forma de desencanto, llamando al desapego generalizado. El ser social por fin saturado de las dificultades de una época, llama bajo su forma reactiva, a no pensar la dificultad sino a refugiarse en el desafección política, en el módico mesianismo al borde de las rutas. Proclaman que actúan por dignidad cuando son economicistas y son economicistas cuando demuestran que esa es la nueva forma de la dignidad.

Atraviesan así toda la materia sensible de este momento de la historia nacional. Su frase predilecta, “no me metan la mano en el bolsillo”, hace de los actos legítimos de regulación de las rentas extraordinarias de la tierra, una ignominiosa expropiación. Tratan un bien nacional, como la productividad del suelo, como cosa meramente privada. Otras frases reiteran: “está loca”, e incluso se ha escuchado en la televisión de la noche de los domingos: “es satánico”. Se interpreta la intervención del Estado en el mercado en la clave de una psiquiatría obtusa de revista de peluquería, de chistoso de calesita o de pitonisa de boudoir. Menos se dice “hay que matarlos”, pero aparece en los añadidos que publican algunos periódicos cuando termina la redacción de sus propios artículos y comienza la carnicería opinativa en un anonimato electrónico sediento de desquite. ¿Ante quién? ¿para qué? No le importan las respuestas a una nueva derecha que recobra el linaje de las más impiadosas que tuvo el país. Ha soltado la lengua, pero aprendió a decir primero “armonía” y diálogo” mientras no ocultan la sonrisa sobradora cuando escuchan que se les dice “y pegue, y pegue!”.

Se considera una redención el uso del lenguaje más incivil del que se tenga memoria en las luchas sociales argentinas. Con impunidad lo han tomado, con rápido gesto de arrebatadores, del desván de los recuerdos y de las historias de gestas desplegadas en nombre de un ideal más igualitario. En un sorprendente movimiento de apropiación para travestirla en su beneficio, han movilizado la memoria de los oprimidos en función de sostener el privilegio de unos pocos, vaciando, hacia atrás, todo sentido genuino, buscando inutilizar una tradición indispensable a la hora de reestablecer el vínculo entre las generaciones pasadas y los nuevos ideales emancipatorios.

Es una operación a partir de la cual se definen las lógicas emergentes de esa nueva derecha que no duda en reclamar para sí lo mejor de la tradición republicana y democrática; es una nueva derecha que no se nombra a sí misma como tal, que elude con astucia las definiciones al mismo tiempo que ritualiza en un mea culpa de pacotilla sus responsabilidades pasadas y presentes con lo peor de la política nacional, bendecida por frases evangélicas que llaman oscuramente a la vindicta de los poderosos que aprendieron a hablar con préstamos del lenguaje de los perseguidos. Lo han hecho en otros momentos cruciales de la historia nacional. La nueva derecha inversionista ha comenzado por invertir el significado de las palabras. ¿Por qué no lo harían ahora?

Ante eso, es necesario recuperar otra idea de política, otro vínculo entre la política y las clases populares, y otra hilación entre hechos y símbolos. Si la nueva derecha reina en una sociedad mediatizada, una política que la confronte debe surgir de la distancia crítica con los procedimientos mediáticos. Si la nueva derecha no temió enarbolar la amenaza del hambre (como consecuencia de su desabastecedor plan de lucha), otra política debe situar al hambre, realidad dramática en la Argentina, como problema de máxima envergadura y desafío a resolver. Es cierto que, visiblemente, hoy no son muchos los que aceptan enarbolar blasones de derecha. Hay que buscarla en todos los lenguajes disponibles, en todos los partidos existentes, en todas las conductas públicas que puedan imaginarse. Los pendones que la conmueven pueden ser frases como éstas: la “nueva nación agraria como reserva moral de la nación”. Es el viejo tema de las nuevas derechas y la identificación, también antigua, de patria y propiedad, de nación y posesión de la tierra. Es el concepto de reserva moral como liturgia última que sanciona tanto el “fin del conflicto”, como un tinglado modernizante que no vacila en expropiar los temas del progresismo, pero para desmantelar lugares y memorias. Es una gauchesca de bolsa de cereales como acorde poético junto al horizonte del nuevo empresariado político. Podrán leer a la ida el Martín Fierro y a la vuelta los consejos de Berlusconi.

Los nuevos hombres “laboriosos”, persignados fisiócratas, se indignan porque hay Estado y hay vida colectiva que se resiste a vulnerar la vieja atadura entre las palabras y las cosas. Pero esto ocurre porque la materia ideológica, con sus venerables arabescos y citas célebres, ha quedado deshilvanada, reutilizada en rápidos collages de la nuevas estancias conservadoras del lenguaje. ¿Cómo descubrirlas? Su localización es la ausencia de nervadura social, pues se trata de desplegar para la Argentina futura, una nueva cultura social con un único territorio, el de las rentas extraordinarias que desea percibir una nueva clase ineerpretando estrechamente las graves necesdades alimentarias del mundo. Parecen campesisnos, parecen chacareros, parecen pequeños propietarios, parecen hombres de campo protagonizando una gesta. Pero no son ilusiones estas nuevas creaciones políticas de indesmentible base social nueva. Son los tractores embanderados, brusca señalización del paisaje que atrae por la carencia de todo matiz, de todo signo mediador. La nueva clase teatraliza una rebelión campesina pero traza un nuevo destino conservador para la Argentina. Marcha con vocablos fuera de su eje, en una combinación entremezclada que pone en escena la fusión entre formas morales de revancha y captura jocosa de los símbolos del progresismo social.

Asistimos a un remate general de conceptos. Nociones tan complejas como la de “patria agraria”, “Argentina profunda”, “nuevo federalismo”, han resurgido de un arcón honorable de vocablos, cuando significaron algo precioso para miles y miles de argentinos para salir hoy a luz como mendrugo de astucia y oportunismo. Como en los posmodernismos ya transcurridos, vivimos la sensación que en el reino de los discursos políticos e ideológicos, “todo es posible de darse”. Las palabras parecen las mismas, pero se han dislocado bajo una matriz teleteatral y un recetario de cruces de saltimbanqui, legalizados por la escena primordial de cámaras que infunden irrealidad y deserción de la historia en sus recolecciones vertiginosas. Un nuevo estado moral de derecha surge del neoconservadurismo que reordena los valores en juego, luego de que ha tramitado un liberalismo reaccionario y un modernismo que propone conceptos de la sociedad de la información para hacerlos marchar hacia un nuevo consenso disciplinador y desinformante.

Un nuevo sentido común producido por los tejidos tecnoinformativos nutre así el círculo de captura de imágenes y discursos. Se habla como lo hace la llamada “sociedad del conocimiento” y esta habla como lo hacen previamente quienes ya fueron tocados por la conquistada neoparla que insiste en estar “fuera de la política” pero munidos de jergas sustitutivas de la experiencia pública. Hasta el modo de ir a los actos políticos es puesto bajo la grilla admonitoria de un juez del Olimpo que dictamina los momentos de supuesta “falsa conciencia” de miles de conciudadanos que no poseerían la legítima pasión espontánea de los refundadores del nuevo federalismo sin historia, sin estado, sin instituciones, sin sujeto. El descrédito de lo político comienza por destituir a las masas populares y sus imperfectas maneras, para hacer pasar por buenas sólo las supuestas movilizaciones pastoriles roussonianas, efectivamente multitudinarias, que mal se sostienen bajo las diversas modalidades del tractorazo, más amenazante que bucólico.

Una república agroconservadora despliega entonces sus banderas de “nuevo movimiento social”. Tienen todo el derecho a expresarse pero el examen democrático del gigantesco operativo que han emprendido debe ser también interpretado. Se trata de sustituir un pueblo que consideran inadecuado con otro vestido con galas de revolución conservadora. Hay suficientes ejemplos en la historia del país y en las memorias constructoras de justicia para decir que no lo lograrán.

Para adhesiones: cartaabiertaa@yahoo.com.ar

14.4.08

Una astilla del roquismo


Las alternativas de la construcción de la Patagonia como un espacio donde política y ciencia dibujan la imagen que tendrá la futura nación, luego de la campaña de Roca, se narran en el volumen “Paisajes del progreso”, que será presentado la semana próxima en la Universidad del Comahue. El trabajo es responsabilidad del Centro de Estudios Patagónicos, que dirige Pedro Navarro Floria.

Gerardo Burton

geburt@gmail.com

Un nuevo retorno a los orígenes, ahora con un protagonista: el territorio, donde la ciencia del positivismo y la política liberal –el proyecto del roquismo- dirimen cómo será el futuro de la nación recién nacida. Un largo período que comienza apenas se disipa el humo de los Rémingtons en los cañadones, valles y mesetas de Río Negro y Neuquén y culmina en pleno gobierno de Hipólito Yrigoyen.

Es un país que comenzó con la inmigración y sus hijos proscriptos y la resistencia de la otrora orgullosa nación mapuche quebrada. Es un país que, al finalizar el período está por asomarse a las más fieras luchas obreras de anarquistas y socialistas. En fin, es un territorio que ocupan galeses fugitivos de un Reino Unido perseguidor y que asuelan los bandidos rurales locales y foráneos –Vairoletto, Butch Cassidy, Sundance Kid- y que empiezan a colonizar chilenos y argentinos por partes desiguales.

La búsqueda de una identidad tras esas nubes de arena y sangre empecinó a Pedro Navarro Floria: “Paisajes del progreso. La resignificación de la Patagonia norte. 1880-1916” trata la construcción de la Patagonia como desierto –explica Perla Zusman en el prólogo- “antes de la campaña de roca de 1879”.

La imagen de ese desierto “desarrollada tanto discursiva como cartográficamente” intentó demostrar que era un ámbito despoblado o “esterilizado por sus habitantes originarios”.

Sobre esa base se utilizaron dos imágenes: desierto y vergel, que constituyen el paisaje como “dispositivo cultural” de aproximación a lo desconocido o distante.

Con Navarro Floria, este corresponsal dialogó sobre las ideas que construyeron la posibilidad del desierto integrado al estado liberal propugnado por el roquismo, una de cuyas vertientes, el reformismo liberal, fundamentó la institucionalización de los territorios.

El historiador, integrante del Centro de Estudios Patagónicos, dijo que el reformismo liberal “es una de las líneas políticas que aparecen en el campo de la oligarquía liberal de la época, a partir de la crisis de 1890 y de la percepción de que hay cosas que no funcionan. Con los territorios nacionales es visible: fueron conquistados por las armas, pero no hubo una sociedad constituida. Los principales referentes del reformismo liberal fueron (Estanislao) Zeballos y Joaquín V. González, funcionarios del Estado nacional. Entre los presidentes enrolados en esta tendencia, se puede mencionar a (José) Figueroa Alcorta y (Roque) Sáenz Peña. El reformismo liberal es un desprendimiento más lúcido, una astilla del palo del roquismo. Ellos mismos plantearon la reforma electoral a partir de las tensiones del sistema pero con el convencimiento de que ganaban las elecciones. Se sorprendieron cuando triunfó el radicalismo”.

Respecto de los pioneros y de las sociedades de los territorios, hay una cierta invisibilidad de los extranjeros, en especial de los chilenos. ¿Qué pasa con las mujeres; también son invisibilizadas?

- La situación de la mujer no se exploró. El pionero es un sujeto del discurso modernizador, y la mujer aparece con el pionero, formando familia. Además, la mujer fue considerada como elemento biológico clave para la renovación de la sangre. La figura del pionero es a priori masculina porque (por ejemplo, en Gabriela Nouzeilles) el pionero es el hombre que somete a la naturaleza, que aparece feminizada, violada por el pionero. La imagen es de William Henry Hudson en “Días de ocio en la Patagonia”. En el siglo XIX es fuerte la imagen del sometimiento de la naturaleza.

¿Cómo ocurre ese proceso?

- Existe una rápida dinámica de construcción del territorio; una operación material de conquista que alimenta la imagen del territorio. Vanni Blengino utiliza una imagen sobre la carrera con las palabras y acontecimientos. A veces las palabras van antes que el conocimiento: conquistaban y descubrían; en cuanto a la Patagonia, tenían una noción muy vaga del interior, conocían sólo la costa. Un ejemplo son los mapas náuticos ingleses del siglo XIX: conocen la costa pero no el interior.

En cuanto a la política en los territorios “se redefine según el Estado absolutamente unitario”. La actitud es diferente con las provincias preexistentes: en esos casos, el Estado nacional “es bastante más federal que con los territorios. Es más federal porque tenía que negociar con las oligarquías provinciales; en esas jurisdicciones había congresos, legislaturas, hay otra circulación de poderes. Con los territorios no ocurre eso, es puro y duro unitarismo. Eso genera el discurso de la minoría de edad, de la adolescencia que considera a los territorios y sus sociedades como incapaces”.

Las élites tienen un papel preponderante en la conformación del “paisaje del progreso”: se trata de una élite conquistadora, que participa de las acciones de “conquista, se reparte las tierras y el botín”.

En una segunda instancia, aparecen “élites locales que empiezan a instalarse o generarse y así se establece un determinado diálogo entre las élites nacionales y las locales. Hay en 1899 hasta la época de Roque Sáenz Peña una serie de viajes de presidentes y ministros, y es importante ver con quiénes se reúnen, a quiénes consideran como el pueblo de los territorios. Por ejemplo, Roca viaja a encontrarse con el presidente chileno, Errázuriz, y los Braun, los Menéndez y los Nogueira. Los aliados estratégicos del roquismo son los grandes empresarios patagónicos”, indicó Navarro Floria.

Cuando hablan del interés del pueblo de los territorios “y cuando hablan de que el territorio nacional debería tener representación en el Congreso, hablan básicamente de ellos”.

Entonces, “el rol de la élite es el de la construcción de la élite local. La élite nacional elige al interlocutor, lo construye”.

PRESENTACIÓN

“Paisajes del progreso” se presentará el próximo 16 de abril en el Aula Magna de la Universidad del Comahue. Desde las 19, Andrés Dimitriu se referirá al libro y a la articulación de la comunicación como elemento constitutivo del imaginario sobre el área cordillerana. Según Pedro Navarro Floria, la colaboración entre el Centro de Estudios Patagónicos y Dimitriu confirma “una idea de hacer historia: no para los historiadores; sino que lean la historia los no historiadores, es decir, quienes se dedican al turismo, al medio ambiente, a la comunicación”.

La tirada del libro es de 100 ejemplares y se distribuirá a través de “Manuscritos”, la librería universitaria ambulante de Alejandro Gamero. La presentación se repetirá en mayo en Buenos Aires –en dependencias de la Universidad de esa ciudad, y de la Católica- y posteriormente en las jornadas de historia de la Patagonia, cuya tercera edición se desarrollará en San Carlos de Bariloche en noviembre próximo.

El volumen está coordinado por Pedro Navarro Floria; su prólogo estuvo a cargo de Perla Zusman y contiene ensayos de Pablo Azar, Alberto Garrido, Carla Lois, Gabriela Nacach y Leonardo Salgado.

Lo nuevo, lo viejo, lo actual


Formas modernas de última tecnología se combinan con los hábitos tradicionales premodernos en la organización del trabajo rural. A pesar de las tendencias globales, no se puede hablar de un rumbo hacia la uniformidad total en los procesos de producción agrícola. De eso se trata “Reestructuraciones sociales en cadenas agroalimentarias”, un libro editado por el Grupo de Estudios Sociales Agropecuarios, GESA, de la Universidad del Comahue.

Gerardo Burton

geburt@gmail.com

El escritor británico John Berger apuntó, en su libro de ensayos, relatos y poemas “Puerca tierra”, que “el campesino ha sobrevivido más tiempo del que le habían pronosticado. Pero durante los últimos veinte años, el capital monopolista, mediante sus empresas multinacionales, ha creado una nuev estructura del todo rentable, la ‘agribusiness’ por medio de la cual controla el mercado, aunque no necesariamente la producción, y el procesado empaquetado venta de todo tipo de productos alimenticios. La penetración de este mercado en todos los rincones de la tierra está acabando con el campesinado”.

Eso dice Berger. Sin embargo, en un análisis del impacto de la aplicación de tecnologías de punta en la producción, empaque y comercialización; la transformación de las unidades productivas y el implacable proceso de reconversión que vivieron las explotaciones agropecuarias –fundamentalmente frutihortícolas- en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, el Grupo de Estudios Sociales Agropecuarios de la Universidad del Comahue ensaya una posición intermedia: “no hay imagen de polarización; hay productores que se pudieron reconvertir, algunos se autodenominan productores y otros chacareros que se desempeñan en la histórica actividad pluriagraria el Alto Valle”.

Esa afirmación pertenece a Mónica Bendini, prologuista del volumen “Reestructuraciones sociales en cadenas agroalimentarias”, perteneciente a la colección Cuadernos que edita el GESA de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNCo. Es el sexto título que publica el grupo (ver aparte), en este caso compilado por Martha Radonich y Norma Steimbreger.

Bendini explicó que el libro reseña la cadena agrícola “ubicada en contextos más amplios”, y describe las relaciones “entre la reestructuración económica y las reestructuraciones sociales”. Como resultado, en el Alto Valle y en el Valle Medio se observa “un impacto heterogéneo”.

Se trata de analizar el impacto de las nuevas formas de producción “sobre las organizaciones sociales y de los trabajadores y sus efectos sobre el territorio, cómo se incorporan nuevas áreas para exportación” en el proceso de globalización creciente, indicó Steimbreger.

Para Graciela Landriscini es importante señalar cómo se modifican las relaciones de intercambio, es decir, cómo se determina qué hay que producir; qué capacidad de decisión sobre la producción tienen los productores; cómo influyen las cadenas de híper y supermercados y cómo y quién “da la orden de qué producir, cómo hacerlo en cuanto a control de calidad, fijación de precios y variedades” que deben comercializarse.

Otros elementos a tener en cuenta son las inversiones que se exigen; los sistemas de fertilización y de poda, y así se puede observar “cómo se modifica la forma de trabajar, en cuanto a cantidad y a calificación”, indicó Landriscini.

También mencionó los cambios en el empaque; los costos salariales para los pequeños productores que se desempeñan de manera multifuncional y las grandes explotaciones.

Bendini se refirió también al proceso de transnacionalización que modificó las relaciones sociales y de producción. Pero indicó que “no existe una imagen de polarización, pues hay productores que se pudieron reconvertir y otros no”.

Señaló la distinción que se hace en el sector en relación con la actividad histórica en la zona rural del valle entre productores y chacareros, que se debe, dijo, a la coexistencia entre áreas tradicionales y nuevas en la misma zona.

También puntualizó la “unidad temática” del volumen editado, por su contenido.

En efecto, los procesos descriptos abarcan regiones de la Argentina, México y Brasil. Se analiza cómo “transforman el escenario productivo y el espacio social, construyen nuevas formas de territorialidades que coexisten con hábitos tradicionales de producción tales como la precariedad laboral en las zonas rurales”. Se trata de una “agricultura flexible” –término de la especialista Sara Lara Flores- que se propone lograr competitividad mediante la combinación de nuevos y viejos procesos de trabajo, tecnologías y formas de uso de la fuerza de trabajo que tornan al empleo más intermitente e itinerante.

En el prólogo, Bendini señaló que el sector frutihortícola es, “desde hace algunas décadas, uno de los sectores más dinámicos de la agricultura, tal como se manifiesta en las regiones estudiadas del Norte de la Patagonia, Litoral y Cuyo en Argentina; Baja California, Sonora y Sinaloa, entre otras, en México; valles del río San Francisco en Sergipe, Bahía y Pernambuco de Brasil, donde el mayor dinamismo se genera en la producción destinada a la exportación”.

Ese dinamismo está expresado en la movilidad del capital, la transferencia y la venta de empresas regionales o nacionales a firmas extranjeras. Ese proceso de desnacionalización de la producción, que reproduce lo ocurrido en el país y en América Latina, está analizado pormenorizadamente por Landriscini y Osvaldo Fleiss.

En ese contexto, Bendini mencionó las “empresas modernas radicadas en la región (que) lograron insertarse con éxito en el mercado mundial: uso de tecnologías de punta; organización a escala y descentralizada de sus procesos productivos; control de los segmentos de distribución y de comercialización y movilización de complejos flujos migratorios para disponer de mano de obra barata y abundante.

... formas combinadas de concentración económica y de persistencias adaptativas de pequeños y medianos productores que provoca la continua reestructruación de las relaciones técnicas y sociales de producción. Uno de los efectos más importantes de los procesos de revalorización de tierras para la actividad agrícola orientada a productos de calidad es la transformación de los mercados de trabajo, de las relaciones intersectoriales y de las propias comunidades locales. Así, las nuevas formas de organización de la agricultura redefinen las posiciones productivas de trabajadores, productores y empresarios; reestructuración que responde, por una parte, a tendencias mundiales de la reestructuración productiva e inserción flexible pero, por otra, a especificidades regionales y a redes locales de actores.

El espacio es una cadena de lugares interconectados: para los productores, el territorio no es sólo ellugar (o los lugares) en íse vende la producción, para los trabajadores no es sólo el lugar en donde se reside sino son los lugares adonde se migra para trabajar (desplazamientos múltiples, nuevas configuraciones familiares, redes sociales).

Las políticas neoliberales de fuerte impacto en la región durante los años ochenta y noventa transformaron profundamente la agricultura. Atendiendo a la flexibilidad de su producción y su adaptación a las condiciones cambiantes del mercado, algunos autores la caracterizan como una agricultura postfordista, mientras para remarcar la combinación entre la flexibilidad productiva y el uso del trabajo precario oros autores hablan del surgimiento de una agricultura flexible; tal el caso de las empresas del sector agroexportador frutihortícola que se reestructuraron, combinando el uso de tecnologías sumamente sofisticadas con el uso de una abundante mano de obra migrante temporal y precaria para obtener productos de calidad internacional y lograr su máxima rentabilidad en el mercado global.

Al surgir una nueva división internacional del trabajo en los sistemas agrícolas a nivel mundial, la agricultura de los países periféricos se integra más y más a las actividades de las empresas agroindustriales, las que han ido conformando crecientemente conglomerados transnacionales, y al mismo tiempo la reestructuran. Los complejos agroindustriales fueron profundizando su integración vertical mediante el desarrollo de cadenas productivas extendiendo su control en los distintos eslabones o segmentos, dese la producción al consumo final de los productos agrícolas. Este proceso ha sido acompañado, en las últimas décadas, de una creciente concentración e internacionalización del capital a través de complejas estrategias de descentralización geográfica productiva/centralización de gestión; creación de redes de abastecimiento; requerimientos crecientes de mano de obra transitoria mayoritariamente extra local, entre otros.

OTROS TÍTULOS

NEUQUÉN (AN).- “Reestructuraciones sociales en cadenas agroalimentarias” es el sexto cuaderno GESA, y fue editado por La Colmena en Buenos Aires, con una tirada de 500 ejemplares. El grupo publica dos colecciones, la de los cuadernos y las que realiza en colaboración con otras instituciones, como es el caso del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA. Entre otros títulos, el catálogo de ediciones está constituido por “Campesinado y ganadería trashumante en Neuquén”; “Trabajo y cambio técnico. El caso de la agroindustria frutícola del Alto Valle”; “El campo en la sociología actual”; “De golondrinas y migrantes”; “Crianceros y chacareros. Territorio y organización social de la agricultura”; “Con las puras manos. Transformaciones agroindustriales y laborales en nuevas y tradicionales zonas frutícolas del norte de la Patagonia”.

Los artículos del presente cuaderno están compilados por Martha Radonich y Norma Steimbreger. Sus autores, entre los integrantes del GESA y los invitados, son Amalia Kreiter; Graciela Landriscini; Osvaldo Preiss; Marta Ciarallo; Mónica Bendini; Nidia Tadeo; Hubert de Grammont; Adriana Bocco; Sara Flores; Josefa Barbosa Cavalcanti; Dalva da Mota; Verónica Rama y Belén Álvaro además de las compiladoras.