18.11.14

Macky Corbalán: hacia una construcción de la identidad poética


Murió en Neuquén en la madrugada del 14 de septiembre pasado. Había nacido en 1963 en Cutral Co, ciudad que amaba y que constituía el lugar de sus raíces más profundas y a la que volvía en su poesía y en su pensamiento. Era periodista y licenciada en servicio social. Su voz ya está entre las más originales de la poesía actual de la Argentina. Se definía como “poeta, lesbiana, feminista”. Como tal, participó activamente de grupos de agitación y reflexión en defensa de los derechos de la mujer y por la libre elección y práctica de la orientación sexual.


Por Gerardo Burton
geburt@gmail.com

NEUQUÉN.- Nacida como Miryam Adriana Corbalán en el auge del Cutral Co petrolero a comienzos de la década de 1960, su primera identidad poética fue Macky Corbalán, de donde mutó a mac, luego a macky poeta. En su última publicación en vida, dijo de sí misma en la contratapa: “macky poeta es una ficción de su autor(aeiou), que también es una ficción, tal como tú: -mon semblable,-mon frère! Al personaje le tocó (cree que eligió) moverse en este mundo raro como lesbiana, feminista, queer, activista por los derechos de animales no humanos y de las plantas (también se acerca amorosamente a lo inorgánico). Y la poesía, su imprescindible link con el aire que respirar o el aire que respira" (Anima(i)s, 2013). Se trata de un proceso –un procedimiento- continuo de construcción, desarrollo y demolición de la personalidad en el cual ella se corre del lugar protagónico para que la poesía se transforme en el soporte y la guía, en el origen primordial y el destino natural para que la poeta no hable sino que sea hablada.

Con esa cita de la contratapa, Macky Corbalán definía un territorio sin límites ni fronteras, una extensa piel permeable únicamente a la poesía que, desde ese lugar, increpa a los poderes establecidos de la política, la academia, las canonjías, el sistema económico y, por encima de todo, el lenguaje.
Al respecto, en una entrevista que realizaron Luciana Mellado, Mónica Baeza y Jorge Maldonado y apareció en este suplemento (ver Confines, número correspondiente a abril-mayo de 2011), Corbalán decía: “No creo en los límites geográficos, no creo en ningún tipo de límites. Creo que hay límites que se respetan por una cuestión de supervivencia y sobre todo de costumbre, pero no creo en las entelequias del poder. La poesía va a usar todos los disfraces que necesite para seguir operando desde lo subterráneo para socavar el poder”. Por eso concebía una proximidad entre la poesía y la política: “toda poesía es política”.
Tres ejes ordenaron la práctica poética de sus últimos tiempos: ritmo, lenguaje y poder.  La poesía los cuestiona esos pues propone un ritmo existencial que le es propio y al que alimenta; hace un lenguaje que a su vez hace a quien habla cuando la intensidad poética es la requerida y suficiente y demuele los criterios establecidos por las buenas conciencias: el patriarcado, la uniformidad, la heterosexualidad; y finalmente, critica el poder, porque la poesía no sólo es alternativa sino que es el cuestionamiento básico (desde lo subterráneo) de todo lo instaurado, de lo normatizado, lo reglado y que pretende imponerse sobre las conciencias y las existencias (para socavar el poder).
La tarea realizada por Corbalán toma como punto de partida la palabra: en su origen, ella trabaja con palabras, pero luego lo hace con imágenes con una guía a través de los textos. Primero está la escritura porque “como ciega, necia y sorda, (la poesía) no me puede decir directamente ‘ey, necesito esto de vos’, te lo indica a través de los textos” (cfr. Entrevista citada). Esa busca se convierte en guía, en senda a seguir y entonces “la poesía me pide escribir versos cortos, con mayor carga de imágenes… y así. Todo a través de la lectura, la poesía y la práctica” y las lecturas de Maurice Blanchot, Nelly Sachs o Paul Celan, por ejemplo.
Este camino tiene su paralelo con una mística de la que no se excluye la contemplación cotidiana y constante. Es una actitud próxima a la del monje que cultiva el Wu Wei: no hacer nada, no dejar nada sin hacer, ni en la vida ni en la poesía, y así asomarse al pensamiento poético puro, un caudaloso y manso río por el cual transcurre la vida, donde la poesía es a la vez el andar y el destino. Es la inacción que deja hacer y que deja hacer-se por el río vital.
Y ese derrotero está marcado por sus libros: su poesía escrita tuvo esa misma evolución, ese igual crecimiento. Desde los inicios deslumbrados con César Vallejo primero y luego con Alejandra Pizarnik y Juan Gelman, Corbalán dio pasos que abrían una multiplicidad de posibilidades. Cada recodo que adoptaba su escritura era una nueva propuesta, y por esa razón un nuevo libro era una sorpresa, en primer lugar para ella misma, y luego para su creciente núcleo de lectores.
Lo interesante –y ella misma lo dijo en frecuentes entrevistas- es que nunca intentó hacer de su camino un modelo para otros poetas. Como a ella le ocurrió con ese ámbito favorable a la expresión de la poesía cada vez más pura, lo enseñó casi inadvertidamente.  En la entrevista mencionada, lo explicaba así: “creo –con una heterodoxa fe personal, que no busca evangelizar– en una poesía del momento, conjugada en un continuo presente. No tengo aspiraciones, no tengo objetivos ni finalidad con la poesía. Poesía es sinónimo de vida, de vida en el lenguaje; marca de intensidad suprema en el lenguaje, alejándolo de su ser primero: lenguaje del poder”.
Y también: “mi idea de la poesía, que no predico ni enseño, es que es una marca de intensidad en el lenguaje; como el verde de la planta en el paisaje. Es una forma de transformar el mundo, pero no una forma cualquiera, para mí es la forma, porque se centra en la cuestión del lenguaje. El lenguaje no nos hace humanos, sino el afán por el lenguaje”.
Estos conceptos resultan nodales en su busca. Cierto, desde sus primeros poemas escritos al final de la adolescencia, cuando integró el grupo de escritores editores de la revista Coirón, hubo una progresiva expansión de su conciencia poética. Dejó como la piel de una serpiente la literatura para quedar en la carne viva de la poesía. Para ella, la entre una y otra es la dicotomía existente entre la erudición o la acumulación de cartones, publicaciones o diplomas y la pulsión vital. Fue más allá: planteó que la brecha está dada entre el simulacro y la vibración vital, pero la poesía es eso que opera desde el exterior del lenguaje “como una guerrillera, como una terrorista” y desde ahí ataca lo que es pura representación. Entonces, la poeta –Macky Corbalán- no habla a través de la poesía sino que “soy hablada por ella: la poesía me habla, la poesía me vive”.
Esa convicción tuvo consecuencias: privilegió el contacto intergeneracional, esa red casi tácita que se construyó pacientemente entre los poetas residentes en la Patagonia y que invita a los frecuentes viajes, tanto que muchas veces el intercambio ocurre entre rutas y caminos, lejos de los centros más poblados, como contracara de la municipalización de la poesía en el país (ver nota aparte).
Ella definía esta situación como “capilaridades poéticas” que permitían la formación de comunidades cuya dinámica subvertía las tradiciones –del lenguaje, de la literatura, de los cánones, de lo establecido institucional- y conformaba espacios de encuentro “con sus poéticas y sus encarnaciones”. Estas últimas son citas de una exposición que ofreció en el Centro Cultural de la Cooperación, en Buenos Aires, hace dos años.
La evolución del poema, desde la narración original hasta la austeridad de los últimos textos tuvo un paralelo: el pensamiento y la práctica militante de Macky Corbalán en las hendijas del poder, para que estalle, para subvertirlo, también tuvo varias pieles: la feminista del principio, la lesbiana luego y más recientemente la que ponía el cuerpo para las (tras)mutaciones donde toda permeabilidad permitía el paso de la única realidad, su madama: la poesía.
Sobre todo, ese proceso de disolución del yo de la autora para dejar que la poesía sea implicó una expansión: ya no el vehículo de la palabra sino la acción que permite intersección de diferentes artes y disciplinas, donde el rectángulo cerrado del libro se abre para salir de los circuitos industriales y comerciales –próximos al poder- y se vuelve a cerrar desde la periferia, desde lo alternativo. Desde la intemperie, el único lugar propicio, el verdadero limo generador.

Selección:
De “La pasajera de arena” (1992)

Acaricio su rostro con el pie.
Su piel es fresca,
aun cuando afuera
puede oírse el alarido del aire
incendiándose.
Ahora interpone su cuerpo
entre la lámpara
y esto que la mira,
entonces la luz es una forma,
una delicada ondulación de la carne,
un eclipse presentido
y esperado por siglos.


Vasca

desviada

desviada
sigo
por el camino correcto



Monet


La mosca sobrevuela, interesada,
la gota de sangre
que brilla sobre el piso mugroso.

Zumba, se posa,
huele
el infierno de la carne.


--

Poemas de “Inferno”  (1999)

Cutral Có

I

Tuvo río sólo por un día. Arrastró
casas, perros y
gente por
kilómetros,
durante un marzo hecho
enteramente
de agua.

II

Un desierto lo rodea.
Por las noches, a un tiempo,
los pequeños animales que
lo pueblan,
abren sus ojos,
y otra luz se hace.

III

La leche por la mañana, las tizas
de colores, las rodillas dolientes, los
árboles sacudidos violentamente
en una tarde marrón de arena
y cardos rusos.
Ben Hur en la tele.
Mi temor al ridículo, sobre
el mantel de una mesa rodeada
de sonrojadas amigas calladas.

IV

Suena fuerte buena música
del terreno vecino. Ellos han sacado
sus sillas al fresco y charlan,
y ríen. Otros días, algo más malos,
se recriminan duramente
las horas opresivas, los hijos
inesperados.

V

Mis padres se amaron
un tiempo razonable. Luego,
se dedicaron a criar a sus hijos,
a trabajar, a pasar los años.
Ahora, teme uno la falta del otro.
Como suelen decir:
lo sobrenatural es
lo más natural.


--
Poemas del libro “Como mil flores” (2007):


Regalos


1

Te di una piedra, fantástica
combinación de brisa, sol
marino, arena y tiempo
y creíste que te daba el corazón.

2

De apuro, con las ruedas de
la bicicleta apenas detenidas,
trajiste manzanas. Y seguiste
rauda, el camino que no has
de cambiar. Pero, pequeña,
las manzanas eran rojas, brillantes
abrían su corazón dulce al
mordisco, al ansia, a
la sed de mi urgencia.



Frutas e insectos

1
Muerdo el aire en que estuvo
tu boca, el vacío me devuelve
el aliento zumbón de los
muebles que miran, piadosos
el abrazo asfixiante
del rechazo, esta otra piel
que arde sin sol que la toque.

2
¿Te dije o imaginé
decirte: abríme, horadame,
grabá tu nombre en
el revés de la piel?
¿Te dije o soñé decirte:
sé mi hormiga particular,
mi obsesivo insecto,
mi fruta firme, ácida
manzanita?

3
Esperé de vos y de mí
ser una. Contra todos
los augurios y consejos,
que la vida y la muerte
nos tejiera con hilos
de transparente,
indisoluble unidad.

Únicas. Una. Ambas.

No éstas, dos que cruzan la
calle para no saludar.




La llave


La miro con detenimiento,
con fruición. Es diferente: brilla
con luz y oscuridad, su forma
quiso parecer un corazón
pero quedó a la mitad.

Sonríe y mira.

"La llave de mi corazón" decís al
ponerla sobre mi mano,
y vuelvo a mirarla por si fuera cierto,
como si sólo debiera elegir
el momento, el modo de la entrada.

Creer en las palabras, en el
latir que las empuja hasta la dicción,
que lo que dicen es cierto,
de alguna manera.
Creer en lo que se ve, en lo que el cuerpo
recibe, agradecido, y que el sudor deja
más que sal piel adentro.

Antes que la religión, el amor
es materia de fe.


--
Poemas del libro “El acuerdo” (2012):

Cutral Co

La afinidad es una medida
de distancia, una forma de hermandad
previa a la sangre.
Imposible el adiós, sí su iconografía,
sucesión de imágenes y saludos en manos
agrietadas, quieto lamento
quieto.

Las despedidas también en juegos de la luz.

El pueblo le es fuego, un color
de agua en la memoria.

***

Muchas tardes, sentada en el
carro herrumbrado, esperó bajo
el añoso aguaribay. Prieta
de calor contra los ojos
de flores habitadas por un dios
medio atontado.
Lo que para ella fue revelación, firme
movimiento fue del tío, aplastando
con piedra certera,

el serpenteo
de la cabeza ciega.

***

Soñaba cuando niña, con
un país de lluvias constantes, atronadoras
luces y el cielo negado de la noche
iluminando mi temblor; las manos
bajo la sábana, huyendo de abstracciones
y conceptos como la luciérnaga, sabían
producir luz en contacto con el oxígeno.

***

Dame fuerzas, Tú, quien
quiera que seas: cielo diáfano,
coirón ardiendo en la pampa
helada, sola luz,
luz entrando de pronto en la habitación
cerrada.


***

Un pan bien distinto
al de la biblia, poesía gana
a diario. Restos silábicos que
no alimentan, mantienen en
sobrevida lo que muere
por vivir. La rabia
con que muerdo lo sazona
--

Poemas de “Anima(i)s” (plaqueta, 2013)

1

la gata bebe
extasiada la sombra
de su rostro




3

suave
pisa extenso
grávida de
ritmo


5

cada paso destituye
 al anterior, no
lo suplanta

--

La danza

1

Una danza el amor, en la que cambia
la coreografía a cada paso. No hay certezas
con los años, las figuras se aprenden
en la práctica, aunque nunca han variado.
No es preciso entender, sólo copiar
la regularidad de su dibujo, hacer
lo que todos: mantenerse en movimiento.

--

Poema de “La rama” (inédito):

Una mañana, un propósito.
Un mantra que repetir hasta que
se haga ritmo, sanguíneo circular
entre los huesos. Ir y venir, por afuera
cotidiana y confiable, por adentro, bomba
de relojería. Tic tac, el amor tic tac.

***

Poema de “Conversaciones acerca del amor” (inédito):

Estar en el amor es estar
en recogimiento, en la
perseverancia de la escritura:
se escribe para materializar
un infinito irreductible, se ama
por idéntica razón. Un dibujo
de figuras impregnadas de
sentido, formas huecas que
sedimentamos de psiquis e
intenciones. Y las nombramos:
Amor. Nos amamos en él.
La otra está allí como el necesario
refuerzo de la contrafigura.
Pese a todo este desatino, te veo,
todavía sombra, que atraviesa
los párpados cerrados, con su luz.


Publicada en Confines nº 58, Comodoro Rivadavia, octubre de 2014

31.8.14

Raymond Carver - Selección de poemas

El rasguño

    Me desperté con una mancha de sangre reseca
    pegoteada sobre uno de mis párpados. Un arañazo,
    profundo, cruza transversalmente las arrugas de mi frente.
    Sin embargo, últimamente, he estado durmiendo solo.
    Y me pregunto por qué un hombre, incluso en un mal sueño,
    alzaría la propia mano para lastimarse la cara.


    Esta mañana pretendo responder esta pregunta
    y otras similares, mientras observo en silencio
    mi rostro que se refleja en los cristales de la ventana.

Sala de autopsias

    En esos tiempos yo era joven y la fuerza
    de diez hombres habitaba mi cuerpo,
    para lo que mandaran.
    Trabajaba en el hospital en el turno noche
    y una de mis responsabilidades
    cuando el forense terminaba sus tareas
    era la de limpiar la sala de autopsias.
    Ellos no tenían horario, algunas veces
    terminaban temprano, otras demasiado tarde.
    Y para que el personal de limpieza no se aburriera
    dejaban objetos olvidados en la mesa de trabajo.
    Un pequeño bebé quieto como una piedra
    y más frío que la nieve. Un negro corpulento de pelo blanco
    con el pecho partido al medio y los órganos vitales
    flotando en una bandeja a un costado de su cabeza.
    Yo siempre estaba solo, ahí. La manguera derramaba agua.
    Las luces colgadas del techo encandilaban.
    Una vez dejaron sobre la mesa una pierna,
    una pierna de mujer de formas perfectas
    y excesiva palidez.
    Yo sabía para qué era la pierna,
    en ocasiones los había observado.
    A pesar de eso me quedé sin respiración.

    De madrugada en casa mi mujer
    me decía “Dulce, todo va a salir bien. Podemos hacer cambios,
    vivir de otra manera”. Pero no es tan fácil.
    Ella agarraba mi mano entre las suyas, con fuerza,
    yo me reclinaba en el sillón y cerraba los ojos.
    Yo pensaba en… cualquier cosa. No sabía en qué.
    Yo dejaba que ella llevara mi mano a sus tetas.
    Yo abría los ojos y miraba el cielorraso o el piso,
    qué importa…
    Mis dedos se arrastraban hacia su pierna, tibia y bien formada,
    que ante la más suave caricia temblaba y se levantaba delicadamente.
    Mi mente estaba confundida y cómo decirlo ¿sacudida?
    No pasaba nada. Todo estaba pasando.
    La vida era una piedra
    que lentamente se iba gastando
                                                                    y afilando.

El don de la ternura

    Tarde en la noche. Comenzó a nevar.
    Los copos húmedos caían
    más allá del cristal de las ventanas,
    surcando el aire frío
    ocultaban el resplandor de la ciudad.
    Observamos un rato la tormenta
    sorprendidos, felices, satisfechos
    de estar allí y no en otro sitio.
    Puse un leño en el hogar,
    me pediste que regulara
    el tiro de la chimenea.
    Nos metimos en la cama.
    Cerré mis ojos, de inmediato,
    pero
    por razones que desconozco
    antes de dormirme
    el aeropuerto de Buenos Aires
    atravesó mi memoria.
    Recordé esa tarde,
    la temprana oscuridad, las sombras.
    Reconstruí la escena:
    regresé a ese paisaje desolado
    donde flotaba un silencio sepulcral
    interrumpido únicamente por el rugido
    de las turbinas del avión que carreteaba
    lentamente bajo una lluvia de granizo,
    tan fino que lo confundimos con nieve.
    En las ventanas de los edificios no había luz.
    Un lugar realmente solitario.
    Sólo pasillos abandonados, hangares vacíos.
    No vimos a una sola persona.
    “Es como si todo estuviera de luto,”
    fue tu comentario.

    Abrí mis ojos.
    El ritmo de tu respiración
    me dijo que estabas profundamente dormida.
    Te cubrí el cuerpo con uno de mis brazos.
    Mis evocaciones
    me trasladaron de la Argentina
    a un departamento en el que pasé
    un tiempo de mi vida, en Palo Alto.
    No nieva en esa ciudad,
    pero el departamento disponía
    de un amplio ventanal desde donde
    podríamos haber mirado por horas
    la autopista que rodea la bahía.
    La heladera estaba al lado de la cama.
    Las noches calurosas, sofocantes,
    cuando me despertaba con la garganta seca
    sólo tenía que estirar el brazo, abrir la puerta
    y dejarme guiar por la luz interior
    hasta el botellón con agua refrescante.
    En el baño un pequeño calentador eléctrico
    descansaba cerca del lavatorio.
    Todas las mañanas mientras me afeitaba
    calentaba agua en una vieja sartén,
    el frasco de café instantáneo,
    siempre a mano, en el botiquín.

    Un mañana me senté en la cama
    vestido, recién afeitado,
    bebiendo sorbos de café caliente
    intentando olvidar planes,
    proyectos, todas esas cosas
    que había decidido realizar.
    Finalmente disqué el número
    de Jim Houston que vive en Santa Cruz,
    le pedí prestados 75 dólares.
    Me contestó que estaba sin fondos.
    Su mujer había viajado a México
    por unos días y él ya no tenía dinero,
    no llegaba a fin de mes.
    “Está bien”, le dije. “Te entiendo.”
    Y así era,
    no necesité explicaciones.
    Hablamos un poco más y cortamos.
    Terminé el café cuando el avión
    comenzaba a elevarse en mi recuerdo
    y yo desde la ventanilla miraba
    por última vez las luces de Buenos Aires.
    Después cerré los ojos
    iniciando el largo regreso.

    Esta mañana hay nieve por todos lados.
    Hablamos sobre la tormenta.
    Me comentás que no dormiste bien.
    Te digo que yo tampoco.
    Tuviste una noche terrible. “Yo también.”
    Estamos tranquilos el uno con el otro,
    nos asistimos tiernamente
    como si comprendiéramos nuestro estado de ánimo,
    las mutuas inseguridades.
    Creemos adivinar los sentimientos del otro,
    no podemos, por supuesto, nunca podremos.
    No tiene importancia.
    En realidad es la ternura la que me interesa.
    Ése es el don que me conmueve, que me sostiene,
    esta mañana, igual que todas las mañanas.

El caballete

    He perdido el tiempo esta mañana,
    y estoy profundamente avergonzado.
    Ayer noche me acosté pensando en mi padre.
    En el riachuelo donde pescábamos -Butte Creek-
    cerca del lago Almanor. El agua me arrullaba en sueños.
    En el sueño, estaba por todas partes
    y yo no podía levantarme ni moverme.
    Pero cuando desperté esta mañana temprano
    fui al teléfono. Aunque
    el río fluía allá abajo en el valle,
    en la pradera, corriendo entre los tréboles.

    Pinos se alzaban a ambos lados de la pradera.
    Y yo estaba allí.
    Un niño sentado en un caballete de madera,
    mirando hacia abajo.
    Viendo a mi padre beber agua con las manos.
    Luego dijo: "El agua está tan buena.
    Me gustaría poder llevarle a mi madre un poco de este agua"
    Mi padre todavía la quería, aunque estaba muerta
    y él había pasado mucho tiempo lejos de ella.

    Tuvo que esperar algunos años más
    hasta que pudo ir a donde estaba. Pero él quería
    a esta región donde se encontró a sí mismo. El Oeste.
    Durante treinta años la tuvo en el corazón,
    y luego la dejó ir. Se acostó una noche
    en un pueblo del norte de California
    y no despertó. ¿Hay algo más sencillo?

    Me gustaría que mi vida y mi muerte fueran tan sencillas.
    De modo que cuando despierte
    una hermosa mañana como ésta,
    después de estar en algún sitio
    donde quería estar toda la noche,
    algún sitio importante, pudiera moverme del modo más natural
    y sin pensar en ello, hasta mi mesa de trabajo.

    Digamos que lo hice, del modo más sencillo que he descrito.
    De la cama a la mesa de trabajo de la infancia.
    Desde aquí no hay mucho hasta el caballete.
    Y desde el caballete podría mirar hacia abajo
    y ver a mi padre cuando necesitara verlo.
    Mi padre bebiendo aquel agua fresca. Mi dulce padre.
    El río, sus praderas, y pinos, y el caballete.
    Ese. Donde estuve una vez.

    Me gustaría hacer eso
    sin tener que disculparme ante mí mismo por ello.
    Ni sentirme mal por interesarme por cosas menos importantes.
    Sé que es hora de cambiar de vida.
    Esta vida -con sus complicaciones
    y llamadas telefónicas- es indecente,
    y una pérdida de tiempo.

    Quiero hundir mis manos en agua fresca.
    Del modo en que lo hizo él. Otra vez y otra vez y otra.







Raymond Carver nació en Clatskanie, el 25 de agosto de 1938, y murió el 2 de agosto de 1998 en  Port Angels, Estados Unidos. Sus relatos breves impusieron un modelo narrativo denominado por la crítica "realismo sucio", porque sólo trataba temas cotidianos (sin nada heroico o excepcional) con un estilo seco y sin concesiones metafóricas. Para mantener a su esposa y a los dos hijos de ambos tuvo que aceptar trabajos de baja calificación y peor salario (asistente de una gasolinera, portero...) durante una etapa de su vida cuya inestabilidad económica lo marcaría para siempre. En 1958 empezó a interesarse seriamente por la narrativa después de haber asistido a un curso de escritura creativa en el Chico State College.
   Publicó sus primeros cuentos cortos en revistas, mientras estudiaba en el Humboldt State College de California, en 1963. Carver declaraba que eran tantas sus preocupaciones con los niños que apenas tenía tiempo para escribir, lo que determinó la brevedad de sus cuentos y que descartase la novela como género. Empezó a beber descontroladamente a partir de 1967 y hasta 1977, y llegó a ser incluso hospitalizado por alcoholismo.
   En 1976 alcanzó reputación con la colección de cuentos ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? En 1983 obtuvo un importante premio monetario de la Academia Norteamericana y el Instituto de Arte y Literatura, que le permitió reservar tiempo para escribir. Sus cuentos pueden dividirse en dos grandes etapas: la primera hasta principios de la década de 1980, y la segunda desde allí hasta su muerte.
Sus poemas reflejan el estilo duro y directo con que abordaba los problemas de la existencia humana: el absurdo, la fragilidad de las relaciones humanas y el sinsentido de muchas de las convenciones sociales.

7.7.14

Sobre "Tranvía 4", por Victorio Veronese


 
Texto leído por Victorio Veronese en la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, el 17 de junio de 2014, en la presentación del libro “tranvía 4”, libro de Gerardo Burton.



Cuando empecé a leer TRANVÍA 4 me dije: este viaje me llevará por grandes espacios abiertos, a recorrer inmensas distancias, a fijar mi mirada en el horizonte.
 Fue más que eso, mucho más, porque me encontré con cortes y quebradas.

Entre cortes y quebradas aparece una historia única, personal, y también nuestra historia, la de la Patria;  la primera es la de los antepasados de Gerardo:
 el viejo john, que vivió del otro lado del río, en colonia y por uno de esos azares del destino, un mal negocio, terminó poblando la tierra de mujeres, hijas,  y de un varón, para ser más preciso, un varoncito tardío.
 Pero no empezó en Colonia, antes hubo naves que cruzaron océanos de malditos horizontes.
Y aquí hubo quienes se comieron a juan díaz y a don pedro de mendoza lo venció una sed infinita  y un incendio.
Como no puede ser de otra manera la historia personal, única, se confunde con la de la Patria, esa Patria que es un dolor que se lleva en el costado: los fusilados de josé león suárez, el pozo de banfield, el bombardeo a Plaza de Mayo –aquí también vinieron por el cielo a matar niños, y por las calles la sangre de los niños corría simplemente como sangre de niños-  trelew.
Aquí, TRANVÍA 4, se detiene en la primera parada. Porque TRANVÍA 4, este libro de Gerardo Burton que hoy nos reúne aquí, está dividido en cuatro partes, esta primera se titula fundaciones.
Después de esta  pausa, de esta breve pausa, los invito a continuar viaje, este viaje lleva por título historias.
Aquí empezamos por encontrarnos con una mujer que inventaba sombreros y vestidos y vivía entre gasas y sedas, pero quería ser pianista, pero el padre le vendió el piano, le prohibió milonguitas y tangos, y le dijo que sólo saldría de esa casa, para casarse.
En estas historias también se habla de los talleres vasena: el título del poema es: enero, 1919, y el primer verso pregunta:
¿qué estaban haciendo cuando reventaron talleres vasena?
El poema termina diciéndonos: el terror invadió barracas, una caravana de ataúdes avanza por sus calles, en la mayoría iban obreros y extranjeros.
Otro poema lleva por título: 1930 ¿Qué nos pasó a los argentinos en 1930? Nos volvieron a dejar cesantes: Sin pan y sin trabajo. Quemaron el cuadro del peludo, nos quemaron el cuadro del peludo, del que hizo maridaje con la chusma, ¡lindo título!Maridaje con la chusma, para ellos el pueblo es eso, la chusma, para la tilinguearía porteña, y a veces no tan porteña, fuimos y somos la chusma, el aluvión zoológico.
 Maridaje con la chusma, ése era  uno de los constructivos títulos de uno de los grandes diarios porteños, al referirse a la muerte de Hipólito Yrigoyen. Así eran y así son los conservadores, en fin, los gorilas.
En el poema abuelo guillermo, Gerardo nos cuenta que el abuelo perdió la huelga contra la telefónica y las mujeres de la familia nunca le perdonaron su socialismo.
Tiempo donde Lugones versifico la espada.
Como vemos, la narración está construida entre  cortes y quebradas, el relato no es lineal, avanza y retrocede como la memoria, esa memoria que reconstruye nuestro pasado para que podamos comprender nuestro aquí y ahora.
Mientras Tita nos canta se dice de mí, nos enfrentamos con un recuerdo para marcelino pan y vino y con las joyas y los trajes de Evita, la memoria no respeta el orden, ejerce su libre albedrío.
Aquí volvemos a detenernos, aquí termina el viaje entre las estaciones  fundaciones e historias, a partir de ahora recorremos los barrios porteños de núñez, liniers, flores.
¿Qué huellas indelebles de esos barrios quedaron grabadas en la memoria de Gerardo?
El abuelo adolfo,  el recuerdo del olor a trementina en el aire y de un caballete con pinceles y una hija que espía y que los descamisados debajo de la lluvia despedían a Evita presos de dolor y que había tíos que no la querían y que Evita si viviera querríamos que fuese… y que el cáncer y las torturas y no había que dejar ni un ladrillo que no sea… porque había en el país guaridas asquerosas de oligarcas y que maría maggi de magistris y que el brujo y los gorilas y la muerte…
y esas ganas tremendas de llorar
Las siestas en el barrio de flores y el aro en la vereda y la revista el hogar y los carnavales en núñez y en liniers, y siguen los cortes y las quebradas, y los enfrentamientos entre hermanas mientras las historias familiares conviven con las tragedias del país: revueltas, dictaduras, campos de concentración…
¿es la memoria que selecciona nuestros recuerdos o son los recuerdos que se imponen a ella?
El potrero, los barcos de papel, el fútbol: ¡calamares para todo el mundo! platense…
Y no podía faltar en la lista de recuerdos la pulpo de goma y venía la cana y la secuestraba como después secuestrarían a la gente.
Aquí nos volvemos a detener, para volver a partir inmediatamente, ¿hacia a dónde? Digamos… de moldes al sur…
Con qué personajes, con qué escenarios, con qué hechos, nos enfrentaremos este tramo final de TRANVIA 4:
con los adoquines de urquiza, con la sonrisa del anciano, con los techos, con la línea quebrada de los techos, con deudas impagas y besos que se oxidan en la sombras donde nadie habita
… decí por dios… qué me has dao… ni el pucho en la oreja… malevo y feroz … ya ni sé…
Como vemos, nuestra pequeña patria, Buenos Aires, también es un dolor en el costado y en ella, los amores verdaderos están hechos a puro tango: hubo ojos que vieron un amor, una pasión y ya no.
Y aquí, en moldes al sur, la memoria vuelve al mismo lugar donde ya estuvo en fundaciones y nos lleva de nuevo a trelew, al crimen de trelew: gritos en la madrugada, fogonazos en la noche, la mandíbula destrozada de maría antonia.
Y después ezeiza. ezeiza. Pero fue después.
Y a pesar de todo ella volvió una tarde y él confiesa que no sabía que la esperaba, más, al final del poema repite:
Y yo    que no sabía   la esperaba.
Y en diciembre del setenta y cinco la derrota estaba cantada. Trampa. Muerte. Desolación. ¿Y el Templo? El Templo estaba cerrado. ¿Y el mundo?... y al mundo nada le importa yira, yira… Ni la carne torturada ni los excrementos ni el olor de la carne ni de los excrementos…
… Entonces, entonces irse lejos, lejos, al sur, al sur…
… una vez más la vida es un juego perverso…:
Y el fútbol y camisetas naranjas y banderas celestes y blancas mientras la pelota yira y yira a pocas cuadras de la esma… Sí, la pelota yiraba y yiraba a pocas cuadras de la esma…
Como vemos este viaje que nos propone Gerardo Burton con TRANVÍA 4,  si bien nace en historias familiares, barriales, personales, no  no se amuralla detrás de ellas, no, busca el compromiso social, tiene necesidad de construir una sociedad menos desigual, tiene necesidad de una Patria más justa, donde los saqueadores, los depredadores de siempre, no impongan sus privilegios sobre los derechos de las mayorías. Por todo eso, pienso que el verso de Leopoldo Marechal es el que mejor define este viaje que nos propone Gerardo Burton: La Patria es un dolor que se lleva en el costado.


11.6.14

Sobre Marechal, por Pedro Orgambide

En el aniversario del nacimiento de Leopoldo Marechal, se publica este texto


(foto: Sara Facio)


La obra de Leopoldo Marechal puede observarse como una totalidad, como una Poética que incluye la poesía y el teatro, el ensayo y la novela. Más allá del mayor o menor mérito que corresponde a cada uno de los trabajos, lo que importa señalar como detalle significativo es la coherencia de la obra, su elaboración a partir de ideas y sentimientos que conforman una concepción del mundo. En esta concepción confluyen diversos intereses  estéticos, filosóficos y religiosos que se integran en la madurez vital y creativa del poeta.
El universo platónico, la interpretación de la Biblia a partir de sus significados proféticos, la visión del hombre como criatura trascendente, son invariantes de la obra de Marechal, y constitu-yen el basamento e ideología de su poética. De allí surgen otras ideas temporales  e inmediatas relacionadas con el arte, la lite-ratura, la historia o la política. Pero las mismas siempre responden a esa concepción unitaria del mundo y de la vida.

Así, cuando intuye el carácter cíclico del arte, cuatro estaciones -clasicismo, academismo, romanticismo, neoclasicismo- "por las cuales el arte vive, se corrompe y vuelve a resucitar en el orden del tiempo, como las estaciones del ciclo anual", o cuando a través de los protagonistas de sus novelas repite el viaje del hombre amenazado por su propia finitud o por las fuerzas que mediatizan o destruyen sus posibilidades, o cuando, finalmente, lo argentino asoma como constante en sus poemas o su teatro pero en una proyección que trasciende la mera  referencia geográfica e histórica. Sus ideas políticas, a la vez, se inscriben también en este universo y el carácter profético con que señala una Nueva Argentina demuestra que más allá de su adhesión al nacionalismo católico primero y más tarde al peronismo, hay en él una voluntad de coherencia y de armonía que se impone sobre lo episódico. Todos estos  elementos que hacen a su personalidad se reflejan naturalmente en su obra.
 La misma, en sus aspectos específicamente literarios, muestra una gran riqueza, una línea ascendente, el cumplimiento riguroso de su propio planteo estético. En 1922 publica su primer libro: Los Aguiluchos. En él se advierten diferentes influencias, resonancias de un cercano pasado modernista, pero su propia voz se percibe en cierta entonación vital, en el reconocimiento gozoso de la Naturaleza, en la exaltación pastoral que le permite revivir "el perfume salvaje de la tierra", y nombrar, con pasión, los seres y las cosas. Esta dirección de su poesía, esta fuerza que en Los Aguiluchos no termina de encauzar el canto, se define, por fin, en 1926, en su libro Días como flechas. La experiencia del ultraísmo (véase), la utilización de la metáfora en su más alto valor expresivo, la traducción, por medio de la imagen, de la realidad observada con una óptica subjetiva, son algunos elementos que encuadran al libro dentro del movimiento renovador de su generación. A la vez, Días como flechas afirma la singularidad del poeta que, con esos elementos, define lo que había quedado como intención en su primer libro. También aquí aparece la exaltación de la Naturaleza, también aquí lo pastoral, pero en un plano de mayor rigor formal. También aquí la pasión pero esta vez gobernada. Uno de sus poemas: "Largo día de cólera", puede ejemplificar esta actitud: "Lo esencial es romper el silencio, y el agua / de los grandes mutismos / Y el silencio es un buey que se arrodilla, / fustigado de voces. El  reconocimiento de su propia voz, de su identidad poética, es, al mismo tiempo, motivo de canto: "Todo está bien, ya soy un poco dios / en esta soledad / con este orgullo que ha tendido a las horas / una ballesta de palabras".
De allí en adelante, Leopoldo Marechal, consciente de su instru-mento expresivo, organiza su Poética, buscando cada vez más el  equilibrio, una serena contemplación de lo vivido, que ha de tra-ducirse, de acuerdo con las premisas de su universo platónico, en un orden, una armonía-peso, medida, número-que de algún modo alude a la Creación tanto como a lo curativo de sus versos. Así, en Odas para el hombre y la mujer (1929) reaparece lo pastoral, pero esta vez como sentimiento evocado desde la ciudad del poeta, más como esencia de lo poético que como realidad inmediata. En su poema '¡De la rosa bermeja", dice: "Porque la rosa roja se aprieta, y es un nudo que guarda su secreto"... " ¡Pero no descubramos lo que la rosa es fuera de nosotros!" Hasta en la mención de lo geográfico y lo histórico, se manifiesta esta actitud trascendente, por ejemplo, cuando dice en su oda "De la Patria Joven": "La Patria es un dolor que nuestros ojos no aprenden a llorar". El que invoca, el que la nombra, siempre está lejos y cerca, en la misma ambigüedad de espacio y tiempo del poema:

 

Extranjero soy: llevo mi soledad cogida de la mano
y oigo cantar el tiempo bajo los rotos puentes.

Hablé con los marinos que levantan el alba en sus anzuelos

Extranjero soy en un país grato al mar:
el nuevo día llora, recién nacido y pobre.

 

Cantada en una lejanía)

 

"Mi canción, ya perdida ya en bienaventuranza / será un idioma puesto sobre justa balanza", expresa Marechal en el primer poema de Laberinto de amor (1936) Ese idioma, deliberadamente sobrio, parece indicar un nuevo período que se continúa en Poemas Austra-les (1937), en los Sonetos a Sophia (1940), en El Centauro (1940), y en El Viaje de la Primavera (1945). En medio del orden, del peso, la medida la balanza del justo, surge entonces una nueva serie de canciones de amor que indican una nueva dirección -afectiva y expresiva- del poeta. Son las Canciones elbitences, dedicadas a Elbia (o Elbiamor como quiere el poeta), canciones que se incluyen en la Antología Poética, publicada en 1950. En Heptamerón (1966) reaparece el tema de Elbiamor:

 

Elbiamor, tu memoria se parece
a un dichoso año que resucita
Elbiamor, cuando piensas, tu Razón
Elbiamor, cuando sueñas,
la construcción del mundo
es una risa de albañiles.

 

En Heptamerón, Marechal reúne algunos trabajos publicados ante-riormente: La poética (1959); La Patria (1960) y La alegropeya (1962). Ese mismo año se publican Poemas de Marechal y El poema de Robot. Es el tiempo también en que su obra narrativa sale del olvido, en que se redescubre Adán Buenosayres suscitando el interés de los jóvenes por Marechal novelista. En 1965, Leopoldo Marechal publica su segunda novela: El banquete de Severo Arcángelo. Mientras Adán Buenosayres (1948) significa la mayor experiencia formal realizada en la novela argentina hasta entonces, El banquete de Severo Arcángelo se expresa en un idioma sereno, sin sobresaltos, con cierta sobriedad clásica que no excluye el humor o la ironía. Adán Buenosayres significaría, en lo narrativo, lo que Días como flechas significó en lo poético, en tanto El banquete de Severo Arcángelo sería la transcripción, en prosa, del segundo período poético de Marechal. Esta relación no es antojadiza sino que surge del equilibrio y correspondencia entre las partes de una Poética totalizadora, donde confluyen alternativamente, la pasión y el orden. Esto es válido tanto  para la comprensión de su poesía, como para su narrativa, sus ensayos y su teatro. La premisa romántica de reelaborar mitos a través de personajes y episodios nacionales y cierta voluntad clásica coinciden en el teatro de Leopoldo Marechal. Otra característica es el sentido épico-trágico que aparece como consecuencia de esa actitud, el carácter mítico del héroe que cumple su destino, impulsado no tanto por las circunstancias sino por la fuerza oscura e irreversible de su sino. Esto se evidencia en Antígona Vélez, obra estrenada en 1951. Un oratorio: El canto de San Martín (1950) y Las tres caras de Venus, publicada en 1966, completan la labor de este autor que tiene inéditas once obras de teatro. Pero "lo teatral" más allá de su técnica y expresión específica, puede encontrarse también como un elemento complementario de los recursos narrativos de Marechal. Son "teatrales" los nombres y apariciones simbólicas y fugaces como ciertas actitudes de numerosos personajes de Adán Buenosayres, como es "teatral" el planteo y presentación de El banquete de Severo Arcángelo, en la acepción de "teatro del mundo", representación de lo real y lo ilusorio. La relación novela-teatro debe unirse a la relación novela-ensayo, ya que en la obra de Marechal el planteo cuenta tanto como el medio expresivo.

Sus dos novelas, al fin, ejemplifican muchas de las ideas del en-sayista, a la vez que éste se vale de imágenes propias de la na-rrativa o la poesía para expresar su pensamiento. En Cuadernos de navegación (1966), Marechal vuelve sobre sus temas, reitera anti-guas obsesiones. Su sentido religioso, esa "problemática viva" que se instala como centro de su pensamiento a partir de Descenso y ascenso del alma por la belleza (1939), se une a la  contemplación estética, propia de su poesía a la revelación de ciertas claves de su novelística, a sus juicios sobre el arte ("Las cuatro estaciones del arte", "La autopsia de Creso"). De alguna manera esta “navegación” recoge las experiencias del poeta, del narrador, del ensayista, del actor y contemplador de su propia obra, y es un viaje paralelo a la travesía vital de su autor, un examen y ordenamiento de lo pensado y lo vivido.

 




1.4.14

SONETOS DEL AMOR OSCURO Federico García Lorca

Es una colección de once textos rescatados de los papeles del poeta más de cincuenta años después de su fusilamiento por parte de las tropas de Francisco Franco.







AY VOZ SECRETA DEL AMOR OSCURO

¡Ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!


¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡Ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza! 



EL POETA DICE LA VERDAD 

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida. 



SONETO GONGORINO EN QUE EL POETA MANDA  A SU AMOR UNA PALOMA

Este pichón del Turia que te mando, 
de dulces ojos y de blanca pluma, 
sobre laurel de Grecia vierte y suma 
llama lenta de amor do estoy parando.

Su cándida virtud, su cuello blando, 
en limo doble de caliente espuma, 
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.

Pasa la mano sobre su blancura 
y verás qué nevada melodía 
esparce en copos sobre tu hermosura. 

Así mi corazón de noche y día, 
preso en la cárcel del amor oscura, 
llora sin verte su melancolía. 





LLAGAS DE AMOR

Esta luz, este fuego que devora. 
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea. 
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora 
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnalda de amor, cama de herido, 
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia 
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia. 



SONETO DE LA GUIRNALDA DE LAS ROSAS

¡Esa guirnalda! ¡Pronto! ¡Que me muero! 
¡Teje deprisa! ¡Cantal ¡Gime! ¡Canta!
Que la sombra me enturbia la garganta 
y otra vez viene y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero, 
aire de estrellas y temblor de planta 
espesura de anémonas levanta 
con oscuro gemir un año entero. 

Goza el fresco paisaje de mi herida, 
quiebra juncos y arroyos delicados, 
bebe en muslo de miel sangre vertida. 

Pronto ¡prontol! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida, 
el tiempo nos encuentre destrozados. 



EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita, 
que si vivo sin mí quiero perderte. 

El aire es inmortal, la piedra inerte 
ni conoce la sombra ni la evita. 
Corazón interior no necesita 
la miel helada que la luna vierte. 

Pero yo te sufrí, rasgué mis venas, 
tigre y paloma, sobre tu cintura 
en duelo de mordiscos y azucenas. 

Llena, pues, de palabras mi locura 
o déjame vivir en mi serena noche 
del alma para siempre oscura. 




SONETO DE LA DULCE QUEJA 

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento 
que me pone de noche en la mejilla 
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla 
tronco sin ramas, y lo que más siento 
es no tener la flor, pulpa o arcilla, 
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado, 
si soy el perro de tu señorío.

No me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi Otoño enajenado. 



NOCHE DEL AMOR INSOMNE

Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena

Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado 
de una sangre sin fin que se derrama. 

Y el sol entró por el balcón cerrado 
y el coral de la vida abrió su rama 
sobre mi corazón amortajado. 




EL POETA PREGUNTA A SU AMOR POR LA CIUDAD ENCANTADA DE CUENCA

¿Te gustó la ciudad que gota a gota 
labró el agua en el centro de los pinos? 
¿Viste sueños y rostros y caminos 
y muros de dolor que el aire azota?

¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos? 
¿Han besado tus dedos los espinos 
que coronan de amor piedra remota?

Te acordaste de mí cuando subías 
al silencio que sufre la serpiente, 
prisionera de grillos y de umbrías?

¿No viste por el aire transparente 
una dalia de penas y alegrías 
que te mandó mi corazón caliente?





EL AMOR DUERME EN EL PECHO DEL POETA

Tú nunca entenderás lo que te quiero 
porque duermes en mí y estás dormido. 
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero 
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido 
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines. 

Pero sigue durmiendo, vida mía.
Oye mi sangre rota en los violines.
¡Mira que nos acechan todavía!



EL POETA HABLA POR TELÉFONO CON EL AMOR

Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.

Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.

Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.

Lejana y dulce voz amortecida.

Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!



Federico García Lorca (Fuentevaqueros, Granada, 1898-Granada 1936). Uno de los poetas más claros de la lengua castellana, y uno de los más altos en el universo. Fue un poeta de tiempo completo: su concepción de duende explica cómo la poesía lo atravesaba y atravesaba su existencia. Estos “sonetos de amor oscuro” fueron escritos en 1935 mientras García Lorca mantenía una tormentosa relación amorosa con Rafael Rodriguez Rapún. El manuscrito fue ocultado a tal punto que nunca apareció en las ediciones de la obra completa publicadas por Aguilar y realizadas por Jorge Guillén y Pedro Salinas. Su familia tampoco estuvo interesada en su difusión debido al carácter explícito del amor homosexual. Se publicaron recién en la primera década del siglo XXI.