26.9.16

poema en la habana - 2016



un escorzo de ella
como la calle neptuno
en la habana
sus colores rumorosos
las mujeres que cantan
en un baile de caderas


un escorzo de ella
entre juegos y pícaros
mientras la guerra
deja edificios desdentados
cadáveres de ventanas
y de puertas
que son el arte en el aire
de la habana
como en su cuerpo extendido

el mapa de su piel
orografía e hidrografía
amadas
flora y fauna de un cuerpo
que descansa
languidece
despierta
en la calle neptuno de la habana
y en cualquier
calle
de este mundo triste
sin alma
al que se vuelve
sin haberlo dejado
nunca



21.9.16

¿A quién se dirige la poesía?*

por Giorgio Agamben


Traducción de Gerardo Muñoz & Pablo Domínguez Galbraith

¿A quién se dirige la poesía? Solo es posible responder esta pregunta si se entiende que el destinatario del poema no es una persona real sino una exigencia.

Una exigencia nunca coincide con las categorías modales con las que estamos familiarizados. El objeto de la exigencia no es ni necesario ni contingente, no es posible o imposible.



Se puede decir, en cambio, que una cosa ‘exige’ (‘exacts’) o demanda otra, cuando sucede que, si la primera cosa es, la otra también tiene que ser, sin que necesariamente la primera esté implicando lógicamente a la segunda o forzándola a existir en el ámbito de los hechos. Una exigencia es simplemente algo más allá de toda necesidad y toda posibilidad. Es similar a una promesa que solo puede ser cumplida por aquel que la recibe.

Benjamin escribió alguna vez que la vida del Príncipe Myshkin exige permanecer inolvidable, aun cuando todos la olviden. De la misma forma, el poema exige ser leído, aun cuando nadie lo lea.

Esto mismo puede expresarse diciendo que en la medida en que la poesía demanda ser leída, debe permanecer ilegible. Estrictamente hablando, no hay un lector de poesía.

Es esto quizás lo que Cesar Vallejo tenía en mente cuando, al definir la intención última y la dedicatoria de casi toda su poesía, no encontró otras palabras más que decir por el analfabeto a quien escribo. Es importante detenernos en la formulación aparentemente redundante “por el analfabeto a quien escribo”. Aquí “por” significa menos “para” que en “lugar de”; tal como Primo Levi dijo que él daba testimonio por –esto es, “en el lugar de”– aquellos llamados Muselmanner que, en la jerga de Auschwitz, nunca pudieron dar testimonio.

El verdadero destinatario de la poesía es aquel que no está habilitado para leerla. Pero esto también significa que el libro, que es destinado a quien nunca lo leerá –el iletrado– ha sido escrito por una mano que, en cierto sentido, no sabe leer y que es, por lo tanto, una mano iletrada. La poesía es aquello que regresa la escritura hacia el lugar de ilegibilidad de donde proviene, a donde ella sigue dirigiéndose.



[*Este ensayo fue publicado originalmente en la revista New Observations, N.130, 2015. Originalmente traducido al inglés por Daniel Heller-Roazen. Traducido al castellano específicamente para Infrapolitical-Deconstruction Collective. No reproducir sin incluir la fuente.]