21.3.18

Por la memoria. Mujeres contra dictaduras


MUJERES CONTRA DICTADURAS

Una selección de catorce poetas argentinas de diferentes épocas pone en cuestión los poderes que se establecen en contra de los intereses de los pueblos, sean éstos en dictaduras o en simulacros de democracia. Se trata de un homenaje desde la poesía a las luchas populares en ocasión de un nuevo aniversario del golpe cívico-militar de 1976


Un afiche que recoge catorce poemas de mujeres argentinas plantadas contra los poderes institucionales de las dictaduras, los regímenes de facto y los simulacros de democracia que encubre el neoliberalismo, servirá para homenajear las luchas populares en la Argentina en ocasión de un nuevo aniversario del golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976.
La selección incluye un poema inédito de la neuquina Irma Cuña (1932-2004), que vivió años exiliada. La idea de realizar una muestra de poetas mujeres surgió a raíz de la gran movilización del 8 de marzo pasado y fue luego de la lectura de un texto de la cordobesa Glauce Baldovin (1928-1995) que fue perseguida por su militancia en el PRT a comienzos de los años setenta. Tras el golpe de marzo de 1976, fuerzas del ejército secuestraron a uno de sus hijos.
Seis de las poetas figuran en las listas de desaparecidos y sus poemas fueron recopilados en el libro Palabra viva, una publicación que en 2005 hizo la Sociedad de Escritores y Escritoras de la Argentina, SEA, y que presentó el entonces presidente Néstor Kirchner. Una de ellas es Lucina Álvarez, cuyo hermano Omar vive actualmente en Centenario y es autor de una novela, Perros en invierno, que relata su historia. Hay poemas que fueron escritos en distintos años a partir de mediados de los años sesenta, cuando en la Argentina se vivió un largo período de dictaduras y democracias débiles y tuteladas por los poderes militar y económico del país.
El objetivo es señalar cómo la poesía enfrenta a los poderes y demostrar una geografía de voces amplia, sin fronteras interprovinciales ni generacionales y con un sólido planteo que identifica la lucha con la estética y la poesía con la política, pese al vaciamiento que intenten desde los sillones del prestigio cultural y mediático.
El afiche se distribuirá este fin de semana en la vigilia previa al sábado 24 de marzo y en algunos actos recordatorios en la Patagonia. También está disponible en esta página o en el sitio www.vaconfirma.com.ar




La poesía sale de su oscuro rincón
me enfrenta
me mira desde sus ojos sin párpados
y me exige testimonio sobre el hambre
la persecución
el crimen.

Me conmina.
Me sentencia.

Y antes de esfumarse otra vez
deja en mis manos un afilado puñal de
punta perfecta.

Glauce Baldovin (Río Cuarto, 1928-Córdoba, 1995)


Entre alegres asesinos pasa la vida;
entre espinas romas y derrumbamiento.
Ni alma ni cuerpo: sólo minas holladas,
moribundas eternas, como rosas.
El vacío tiende al vacío y así llaman amor
a la atracción ciega de lo igual por lo igual
sin comprender que es muerte,
nada más que muerte y despojo.
Y en tanto que en la sangre, en sus cisternas,
algo se ha liberado de los hilos



 

y libre se desliza a la nada,
otros cierran puertas, corren pasadores,
rebuscan en sus sueños
hasta encontrar desnuda a la locura,
sospechan del ave y de los ojos de los ratones,
muerden libros como cuerpos, a tambor,
a campana batiente, para mejor dormir
entre algodones sucios y pajaritas.

Susana Thénon (Buenos Aires, 1935-1991)



Universidades tomadas
y derecha peronista
vivía en una pensión
y mi padre me dio una tarjeta:
un diputado influyente, de mi parte,
un gordo con los bigotes perfumados
ligeramente hacia arriba,
me sopesó de perfil. No me habló
de oficina o de hacer, no me preguntó
le enfrenté los ojos, el juego
al descubierto
en un agua violenta, un alerta
de pez, sin parpadeos.
Entre la dureza y la ingenuidad
-la repetida encerrona
de esos dos extremos-
no descubrí
muchos matices. Oscilación
que aún me aísla provinciana
en la desventaja.

Alicia Genovese
(Lomas de Zamora, 1953)

… descuélgase la luna
                el general vencedor firma

-Sólo unas cartas, Manuel.

                               Abraza la llanura
                               directo al corazón.
                               Un bramido...
                                               desplómase despacito...

-¿qué ha hecho, don Juan?

                               … tiempos de muerte ufana
                               al aire
                                               de cara al sol

Fusilamiento
Navarro, 13-12-1828/1982

Susana Poujol (Necochea, 1950-Buenos Aires, 2009)
Los nombro a sabiendas
Haroldo Conti,
Paco Urondo,
Juan Gelman, sobreviviente.
El silencio es tan denso
Que un levísimo respiro
Lo hendiría como un cuchillo.
En vilo
Oscilamos apenas
-animalitos abiertos a lo invisible.
No hemos olvidado
Ni olvidaremos,
Aunque nuestros corazones miren el desierto
-en un horizonte de cuarzo reseco por el viento-
y vean las caravanas interminables de los desaparecidos.
Estamos plantando retoños
Y los cuidamos del exceso del sol
Y el exceso de la esperanza.

Siempre queda el mar
Para aprender del espejismo
El eterno retorno
De los bienamados

Irma Cuña (Neuquén, 1932-2004)











Poema sin título

Hace meses que los aguardo
a la sombra de una piedra.
Fija la vista en el horizonte,
atento el oído,
tenso el cuerpo, la espada lista.
Y no llegan.
¿En qué lugar de este mar
de arena y sol
se han perdido?
¿Dónde están?

¿Dónde están mis molinos de viento?

Alcira Fidalgo Pizarro (S. Salvador de Jujuy, 1949-Desaparecida 1977)


La Perla

Cúmulo de noches atormentadas.
Paredes cerradas donde
la memoria martilla su sentencia.
Allí morabas, en ruinas,
abandonada.

Sé porque
la lluvia busca tu lápida,
limpia tus flores y tu nombre.

Niní Bernardello
(Cosquín, Córdoba, 1940. Vive en Río Grande, Tierra del Fuego)



Cuentas rotas

bebamos,
bajo el sol,
sobre nuestros errores,
bebamos el sueño de un amor,
que pasará con la vida,
que morirá con la muerte,
que mirará la gran llanura,
esperando, esperando,
la redención de los hombres

Agustina María Muñiz Paz (Buenos Aires, 1949-Desaparecida, 1976)
Un favor a la poesía
Poetas, cantores
deshollinadores de la vieja memoria
rumiadores celestes de palabras
caballeros andantes de la melancolía
buceadores de la magia
filatelistas de la ceniza
Lamas de los papelitos
amigos míos

no vayamos a olvidarnos de la luz
que no está allá arriba ni tan lejos
sino aquí
por estos lados.

Lucina Álvarez
(Buenos Aires, 1945-Desaparecida, 1976)

Ven, abandona esta madrugada
tus huecos y la soledad
donde encalló el egoísmo
y te fue devorando imperdonable.
Verás entonces que era sólo mística
tu ceguera
que eran sombras en el alma
y que es posible alcanzar juntos el alba
para hacernos día.

Alicia Raquel Burdisso
(Santa Fe, 1952-Desaparecida 1977)









Lugar

A la mañana paso
cerca de un sitio rodeado de muros
altos grises tristes sucios
de carteles, de vote lista azul
un día miro adentro
es una villa miseria.
Gente
más gente.
Vestida de tela barata
desnuda de felicidad.
Una chica me ofrece limones
“cien la docena, compremé”.
Tiene trece años, más o menos
mi edad.
Un almacén ruinoso,
con ratas, con suciedad
con microbios funestos.
Es un sitio rodeado de muros
sucios de crímenes humanos
que son sólo los nuestros.

Franca Jarach (Buenos Aires, 1957-Desaparecida, 1976)


Poema con brujos

Y por eso me voy de este lugar de brujos,
de gente bella, de tinieblas.
Donde mis esperanzas abortan
mis caminos terminan
y no soy capaz de conceder al tiempo
ni segundos de mi sangre
que se enfría y se calienta porque sí.
Este lugar hechizado y hechizador
que no tiene espacios ni rincones
donde dormir, mirar sin decir nada.
Estoy de más en el mecanismo complicado
de este país hostil
que me presta la última ternura
justo al abrirse mi esperanza.
Y me voy hacia el olvido
porque no debo quedarme un minuto más
tapándoles el sol como si nada.

Ana María Lanzillotto (La Rioja, 1947-Desaparecida, 1976)
Aún espero...

Que el silencio me devuelva tu voz,
que la sombra me entregue
tu cuerpo,
que el aire me haga
respirarte,
que esta muerte demorada
me dé tu vida.
Que la lluvia enfríe
mi cuerpo
para sentir tu calor
de nuevo.
Que la noche te traiga
para amarme.
Que mis palabras te enciendan
los ojos.
Que mis pensamientos te busquen
donde estuviste
y ya no estás.
Que el tiempo se mude
de planeta
para quedarnos los doscientos como antes.
Que haya una esperanza,
eso es lo que quiero
en definitiva decir,
que quede algo para decirme
que estás vivo.
Pero no estás.

Ana María Ponce  (San Luis, 1952-Desaparecida, 1978). Escrito en cautiverio


tierra y memoria tiro sobre vos
amores de verano y pasiones provincianas
que sellan y borran la confusión de la ideología
elementos frágiles banderas en las manifestaciones
primeros de mayo en el tenebrismo de Palacios
vísperas con despierta y canta
la realidad del día a día con concursos y premios
dónde han caído las primeras muertes heroicas
tierra y memoria tiro
sobre las muchachas que llevaron las banderas
y hoy hacen meritorio teatro de barrio
mientras oigo hablar de idealismo
repugnante palabra patrimonio de la derecha
poetas de mi juventud
bares de mi ciudad colectivos de la madrugada
paso la noche sobre el océano
para tirar tierra y memoria
sobre toda esa poesía perdida

Juana Bignozzi (Buenos Aires, 1937-2015)

Mientras tanto

Yo estuve lavando ropa
mientras mucha gente
desapareció
no porque sí
se escondió
sufrió
hubo golpes
y
ahora no están
no porque sí
y mientras pasaban
sirenas y disparos, ruido seco
yo estuve lavando ropa,
acunando,
cantaba,
y la persiana a oscuras.

Irene Gruss (Buenos Aires, 1950)



la cebolla de vidrio ediciones
neuquén, 24 de marzo, 2018




21.2.18

Zorzales patagónicos



Es sabido que en Argentina hay un centro y todo lo demás es periferia. Y en esa periferia, en ese margen se repite, analógicamente, esta vez entre capitales de provincias y ciudades y poblaciones menores de esas jurisdicciones, esta relación donde hay un punto central y lo demás son orillas.

Gerardo Burton
geburt@gmail.com










Son los últimos días de diciembre, y el poeta rosarino Jorge Isaías refiere por teléfono un hecho ocurrido en su ciudad hace poco: un director de teatro va a un café céntrico de la ciudad dispuesto a sentarse a una mesa con el diario Página/12 bajo el brazo. De inmediato, varios parroquianos inician una protesta que crece de sorda a absolutamente sonora: es una vergüenza, dice Isaías que dijeron, que todavía haya gente que lee eso; cierto, que reivindiquen a esos ladrones corruptos; no deberían estar sueltos; no entendieron nada. A medida que el coro subía de tono, el amigo de mi amigo poeta termina su café y decide optar por una retirada que, si bien no le eximirá de cierta vergüenza, le permitirá conservar su dignidad y, sobre todo, su integridad física.


Pero el llamado telefónico tiene otros motivos: saludarnos por el fin de año y reconstruir una solidaridad a la distancia -doce meses de adversidades, una sociedad que dejó de creer que “la patria es el otro” porque en estos días la patria es de los otros- y, sobre todo, hablar de su libro “Calle con paraísos añosos”, editado por Ciudad Gótica y que recopila sus artículos aparecidos como contratapas en Rosario/12.



Llama la atención el primer texto de ese volumen, “Zorzales”, que alude a dos poemas de un libro de Juan Carlos Moisés, un chubutense nacido en Capitán Sarmiento en 1954 y que también es dibujante y dramaturgo. Se trata de “El jugador de fútbol”, editado por La carta de Oliver poco más de dos años atrás. Moisés, en un mensaje por correo electrónico, dice esta semana que “El jugador .. está escrito con memoria y con presente, como buscando los puntos de relación o de contacto, en un ida y vuelta entre la vida cotidiana, familiar, y lo que observa el ojo como una especie de testigo”.
Casi sin quererlo se ha establecido un triángulo entre Neuquén, desde donde parte el llamado a Isaías; Rosario y Salta, donde ahora reside Moisés. Es, en realidad, Patagonia, el Litoral -o la pampa gringa, como gustéis- y el Noroeste. La Patagonia por partida doble porque son Capitán Sarmiento en Chubut, y Neuquén. En un ensayo de 2007, titulado “Arte en las márgenes: centro y periferia”, Moisés juega con varios conceptos, con el oficio de escritor -y de artista- y con las dicotomías que genera el poder al atribuir prestigio y jerarquías de manera arbitraria, caprichosa o interesada. Y cómo es posible vaciar ese poder y construir otro, cómo la periferia es el verdadero centro, según la certera afirmación del poeta de Viedma Raúl Artola, que también recuerda Moisés.

Para los escritores patagónicos el tema puede ser la Patagonia o no. Es una opción. De una o de otra forma, no va a ser más ni menos que literatura. No pocos narradores, dramaturgos y poetas, han hecho de la tierra y de sus habitantes materia de una literatura de valor testimonial y estético. Acaso sea la poesía, que suele tener registros más amplios, o menos puntuales, con relación al tema, el género que ofrece la posibilidad de escribir sin la carga de que se escribe sobre la Patagonia. Osadamente, también es posible escribir en contra de la idea de escribir sobre la Patagonia. Es posible escribir sin pensar que la Patagonia es el tema. A veces no lo es explícitamente. O también, a veces no se escribe lo que suele esperarse como literatura patagónica. Los registros conversan entre sí, con sus parecidos y sus diferencias. Dice Borges en El escritor argentino y la tradición: “…como si los argentinos sólo pudiéramos hablar de orillas y estancias y no del universo.”

También cita a Saer, cuando señalaba que Cervantes eligió, para el Quijote, La Mancha, “el lugar más pobre y menos prestigioso que pudo encontrar, en oposición a los lugares legendarios de que provienen los héroes de caballería.” Cervantes convierte el margen en centro, la carencia en abundancia y eso constituye “el desafío del escritor y es el nervio de lo escrito. La periferia, más que un lugar o un espacio geográfico, es un territorio que pertenece a la persona. A fuerza de trabajar con las palabras, a veces es posible percibir que se llega a un centro posible -aquel de Cervantes-, un centro al que tiende la escritura cuando adquiere sentido”.

Es sabido que en Argentina hay un centro y todo lo demás es periferia. Y en esa periferia, en ese margen se repite, analógicamente, esta vez entre capitales de provincias y ciudades y poblaciones menores de esas jurisdicciones, esta relación donde hay un punto central y lo demás son orillas. Como si no hubiera transcurrido el tiempo desde el mejor invento de Sarmiento cuando el Facundo lo fascinó y estableció esa zoncera que muchos hoy parecen suscribir: “el problema que aqueja al país es la extensión”. En todo caso, ambos aforismos -civilización o barbarie y el de la extensión- encubren el deseo de ser factoría, donde la clase dirigente ilustrada puede circular sin molestas interrupciones, piquetes o manifestaciones y donde los congresos pueden sesionar sin riesgos de torcer los proyectos oficiales. Es la nostalgia de un país que no fue, es el deseo de que la zanja de Alsina hubiera dado resultado y que la vuelta de Fierro no hubiera ocurrido. Y tampoco la historia posterior. A esa concepción del país que el poder pretende imponer se le oponen las sucesivas periferias que se constituyen en otros tantos centros que no son sólo geográficos: no pudieron, no pueden, no podrán conservarlos. La respuesta es política porque el arte y la poesía lo son. Mal que les pese a los entogados.

De regreso a “Zorzales”: “Son poemas hondos, dice Isaías,sentidos, que dicen de un gran amor que perdura en el tiempo y que esa historia los traía juntos desde una juventud que parece siempre cercana por la intensidad misma del amor... Mi amigo es capaz de escribir cosas como ésta: '¿Son otros o son los mismo de ayer/los zorzales que cantaron esta mañana/al reparo de los pinos del jardín?/¿y los que han vuelto al atardecer cuando la luz se perdía en la noche?/se me hace que son los mismos/por las ramas que han elegido y la altura/en la que se han posado para hacerse oír”. Esa cita es el pretexto, el punto de partida que remite a Isaías a su infancia en Los Quirquinchos, Santa Fe. Entonces, otro punto de contacto: un pueblo santafesino y otro en el sur, en Chubut.

Zorzales y Pessoas (fragmento)

¿Son otros o son los mismos de ayer
los zorzales que cantaron esta mañana
al reparo de los pinos del jardín?
¿Y los que han vuelto al atardecer
cuando la luz se perdía en la noche?
Se me hace que son los mismos
por las ramas que han elegido y la altura
en la que se han posado para hacerse oír.
Pero pueden ser otros, que ahora les toca
el turno de actuar y aprovechan el momento
para que les prestemos una rápida atención,
aun cuando repitan los gestos de la especie
y no puedan zafar del estilo musical.

Fernando António Nogueira Pessoa,
el hombre visible, el escritor invisible,
traductor del inglés, cuya patria fue la lengua
portuguesa, hubiera podido guiar a los zorzales
en un sentido similar al de sus heterónimos,
pero creo que no habría pasado de ser un
experimento fallido para la poesía, como
también, peligrosamente para la ornitología.
Por algo no lo hizo con otras criaturas
que no fueran sus pares, y los zorzales
llamados patagónicos, de patas y pico
de coloración anaranjada siguen oyéndose
como zorzales y Pessoa como Pessoa,
y también como Alberto Caeiro, Ricardo
Reis, Álvaro de Campos, el otro Pessoa
llamado, de a ratos, Bernardo Soares,
o el escritor de diarios Vicente Guedes
que se diluyó en la imaginación de sí mismo.


En lo que respecta a nosotros, seres de este barrio
del planeta con fecha de vencimiento, siempre
queremos contar con la opción de ir más allá
de la compleja naturalidad que nos fue dada.
Y no me presten atención si vuelvo a repetir
la palabra zorzales, no sólo porque me gusta
la manera como se articula el sonido en la boca:
zorzales..., zorzales..., a estas horas en que la
noche empieza a llegar y no puedo verlos entre
las ramas que no por casualidad han elegido y
a la altura en la que se han posado para hacerse oír.
Me gustaría saber, ahora, en la oscuridad, mientras
escribo, si los zorzales cantan porque lo pienso
o si lo pienso porque cantan, como cantaron
a todo berrinche con la primera luz de la mañana
en las ramas altas de los pinos del jardín.

En este poema, los zorzales patagónicos son heterónimos de los otros, y viceversa; más que máscaras, son otros y son el mismo y no manifestaciones diferentes. Explicar los heterónimos es como intentarlo con el dogma de la santísima Trinidad: son distintos, son el mismo. Pero ¿son distintos? ¿son el mismo? En el caso de los poemas, Moisés describe escenas cotidianas, habla de los objetos que utiliza u obstaculizan su vida, menciona frutos y animales que acompañan la existencia y, que justamente por esa razón, están en el merodeo de la poesía. Por ellos llega Moisés a la poesía. O a ellos lo conduce la poesía. Y no necesita demostrar nada sobre centros o márgenes.
Dice, en el mensaje electrónico citado, que “El jugador...” está escrito con memoria y con presente, como buscando los puntos de relación o de contacto, en un ida y vuelta entre la vida cotidiana, familiar, y lo que observa el ojo como una especie de testigo”. Menciona el “aliento narrativo” de los poemas, que exhiben un repertorio de temas recurrente en su poesía.
Es que la poesía ocurre en el silencio entre las palabras, en el blanco que queda en el papel cuando el poema queda dibujado como ideograma. Como si el poeta hubiese escrito con esa “tinta simpática” de los juegos infantiles otro poema por debajo o por detrás del que se lee y que puede entreverse al trasluz, sobre las llamas. Así son las palabras, y funcionan como un vehículo engañoso. Como un señuelo: indican una dirección, pero en realidad van por otro lado, conducen –o son conducidas por- la poesía hacia sendas y destinos no conocidos.



Bibliografía:
Isaías, Jorge: Calle con paraísos añosos, Rosario, Ciudad Gótica, 2017.
Moisés, Juan Carlos: El jugador de fútbol, Buenos Aires, La carta de Oliver, 2015
Moisés, Juan Carlos: Arte en las márgenes, centro y periferia,


Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954)
Poeta, dramaturgo, narrador y artista plástico. Se desempeñó como Profesor de Literatura y de Teatro en escuelas de nivel medio en su ciudad natal. En teatro, dirigió obras de su autoría con el grupo Los Comedidosmediante. La casa vieja (1991), Pintura Viva (1992), Muñecos, un cuento de locos (1993), El tragaluz (1994) y Desesperando (1997). Con estas tres últimas representó a Chubut en las Fiestas Nacionales de Teatro de Mendoza, Tucumán, y Catamarca, respectivamente. En 1994 El tragaluz se presentó en el Teatro Nacional Cervantes. Sus obras fueron representadas por grupos teatrales del país, entre ellos Sobretabla (San Juan), La contrapartida (Comodoro Rivadavia), Trampolín (Bariloche), Pitanga en flor (Misiones) y La Hormiga Circular (Río Negro). Sus dibujos fueron expuestos en exposiciones individuales y grupales en ciudades del Chubut. También fueron editados en revistas y páginas web. En poesía publicó, entre otros, Poemas encontrados en un huevo, 1977; Ese otro buen poema, 1983; Animal teórico, 2004; Palabras en juego, 2006; Museo de varias artes, 2006; Esta boca es nuestra, 2009; El jugador de fútbol, 2015


Jorge Isaías
Nació en Los Quirquinchos, Santa Fe, Argentina, en 1946. Vive en Rosario desde 1964, donde se graduó de Licenciado y Profesor Superior en Letras (Universidad Nacional de Rosario).
En 1971 fundó junto a Guillermo Colussi y Alejandro Pidello la revista y editorial La Cachimba.
Sus poemas fueron traducidos al francés, inglés e italiano y circulan junto a sus prosas en los manuales de EGB y Polimodal.
Publicó los libros de poesía: La búsqueda incesante (1970); Poemas a silbo y navajazo (1973); Oficios de Abdul (1975, 1999); Crónica Gringa (5 ediciones: 2 en 1976, 1983, 1990 y 2000); Cartas australianas (1978, 2004); Poemas de amor (1979, 1986); La memoria más antigua (1982); Y su memoria olvido (1985) ,Un verso recordado (1988); Violín de Octubre (1993); Arenas movedizas (1995); El cáliz recobrado (1997); Nuevos poemas de amor (2000); Lánguidamente su licor (2000); A los amigos (2000, 2007); Sombra de fresnos (2001); El pan en llamas (2001, antología); La persistencia del canto (1996, antología); Áspero cielo (2006); Donde supura el aire (2007).
También tiene varios volúmenes en prosa: Pintando la aldea (1989); El país de la infancia (1993); La mano sobre el recuerdo (1997); Las siete velas del clásico (2002); El último penal (2003); Como un caballo salido del mar (2004); Futboleras (2005); Las más rojas sandías del verano (2006, 2008).



22.10.17

Alda Merini, poemas

HUIDA DE LOBA

A quien me pregunta
cuántos amores he tenido
le respondo que mire
en los bosques para ver
en cuántas trampas ha quedado
mi pelo.


***


Su esperma bebido por mis labios
era la comunión con la tierra.
Bebía con mi magnífica
exaltación
mirando sus ojos negros
que huían como gacelas.
Y jamás una manta fue más cálida y lejana
y jamás fue más feroz
el placer dentro de la carne.
Nos partíamos en dos
como el timón de una nave
que se abría para un largo viaje.
Teníamos con nosotros los víveres
para muchos años todavía
y besos y esperanzas
y no creíamos más en Dios
porque éramos felices.


***


AHORA QUE VES A DIOS


Si tú callas
más allá del mar
si tú conoces
el ala del Ángel
si tú dejas la madre tierra
que te ha devastado tanto
ahora puedes decir
que está la tierra del pobre
la tierra del poeta
toda ensangrentada por la soledad
y ahora que ves a Dios
reconoces en ti mismo
la flor de su lengua.


***


EL BESO

Qué flor me nace sobre la boca
apenas me miras
y temes ser despedazado.
Inundaciones imprevistas
son tus ojos ardientes
pero la flor no quiere morir
se queda allí sin carne
a esperar la muerte.



Alda Merini, en traducción de Delfina Muschietti. “Soy una pequeña abeja furibunda. Me gusta cambiar de color. Me gusta cambiar de medida”. Alda Merini eligió estas palabras para abrir su página web. Nació en Milán en 1931, donde murió en 2009, a causa de un tumor óseo. Fumaba 70 u 80 cigarrillos al día, pero a sus 78 años sostenía que el tabaco le había alargado la vida. Siempre llevaba un collar de perlas, pero vivía y murió en la indigencia por elección personal.
Se la considera una de las voces más claras y profundas de la poesía italiana del siglo XX. Con lucidez extrema, Merini narró en sus poemas la experiencia de la locura (vivió casi 20 años en manicomios, de 1961 a 1978) y de la estrechez física y económica. “Me inquieto mucho cuando me atan al espacio”, escribió.
En 1953 publicó su primer libro, Presencia de Orfeo. Empezó a escribir siendo una niña, y uno de sus primeros poemas se lo dedicó al legendario banquero Enrico Cuccia. “Una vez me lo crucé por la calle y le dije: ‘Yo tengo hambre’. Él contestó: ‘Buena señal’. Y tiró derecho”.
“La poesía nace de un terreno de dulzura, de amor. Las verdades me vienen de los sueños, los muertos me visitan”, contaba.
Escribió también prosa y aforismos, y en 1996 fue propuesta para el Premio Nobel de Literatura por la Academia francesa. Su gran obra, La Terra Santa, le valió en 1993 el Premio Eugenio Montale. Otros de sus libros son Testamento, Vuoto d’amore, Ballate non pagate, Superba è la notte, L’anima innamorata, Corpo d’amore, La carne degli Angeli, Più bella della poesia è stata la mia vita o Clinica dell’abbandono.

14.6.17

Heridas que no cierran: La traición de Gerardo

Este texto fue leído por Ruth Zurbriggen en ocasión de la presentación del libro, el 6 de junio de 2017 en ATEN Provincia, ciudad de Neuquén (Fotos: Oscar Virginillo)




por Ruth Zurbriggen
Activista feminista en La Revuelta


“No entender... Algo tan vasto que traspasa cualquier entender. 
Entender es siempre limitado, pero no entender puede no tener límite. Siento que soy mucho más completa cuando no entiendo. 
No entender es un don. Pero no se trata del no entender como no entienden los pobres de espíritu. Lo bueno es ser inteligente y no entender. 
Esta bendición es como padecer locura y no estar dolida, es un desinterés manso, una dulce burrada... 
Sólo que de vez en cuando me viene la inquietud y quiero entender un poco. No demasiado, por lo menos entender que no entiendo”. 
Clarice Lispector


El libro está dedicado a Macky Corbalán.
Este libro es un acto de traición. Un acto de traición a los pactos patriarcales.
Es un varón que habla a través de la poesía sobre la violencia femicida ejercida por varones.
¿Cómo se hace poesía del y con el espanto de los femicidios?
¿Qué escuchó Gerardo para escribir estos poemas?
¿Qué pudo escuchar de lo que escuchó en sus rastreos periodísticos?
¿Qué sensación del mundo tiene Gerardo que lo lleva a esta escritura?
La nombra como poesía política y de la emergencia.
¿Qué nos comparte en esa emergencia?
Nos comparte su traición al mandato y a las cofradías masculinas.
Y realiza esa traición a través de un doble juego: 1-con las imágenes de los femicidas y 2-con la poesía que es capaz de producir.
La pone a circular.
Se preocupa en mostrar, indicar, señalar, poner las cosas en otro foco. El foco y la foto centrada en los femicidas.
Hace circular una posibilidad: que ese pacto con la masculinidad, que ese pacto esperado puede no pactarse.
Y más aún, que esa traición (¿esa infidelidad?) vale decirla, escribirla, circularla en el escenario social, cultural, político.
Cuanto menos, entiendo que la poesía de Gerardo Burton, en Heridas que no cierran, hace trazos para que esa traición se filtre.
¿Por qué hablo de las traiciones? ¿Qué estoy queriendo decir al respecto?
Estoy fuerte y altamente convencida que para interpelar los mandatos de las violencias heterror-sexistas los varones tienen que mostrar su vergüenza. Tienen que sentirse profundamente avergonzados. Tristemente avergonzados.
Ya sabemos que acá no se trata de pensar esencialistamente que per se, que los cuerpos masculinos ejercerán violencias y per se los cuerpos portadores de vaginas, de vaginoplastías, los cuerpos que viven sus géneros de manera feminizada no van o no vamos a ejercerlas.
Sin embargo, los hechos alimentan el esencialismo (en todo caso) porque las asesinadas son las mujeres, las travestis y todas aquellas personas que viven sus cuerpos y géneros a partir de tránsitos feminizados.
Y los asesinos son varones. Los femicidas son varones.
Lo sabemos, el femicidio es un crimen político.





Es un acto de poder y dominación masculina y misógina.

Nosotras seguiremos andando este camino sin retorno, en mi opinión.

Este camino de agruparnos, organizarnos, rebelarnos, producir fiestas y luchas creativas, porque sabemos que nos merecemos otra vida.
Seguiremos en el camino de danzar la posibilidad del acuerpamiento, de acuerparnos, como sugiere Lorena Cabnal (feminista comunitaria):  “Acuerpar/acuerparnos como la acción colectiva de nuestros cuerpos indignados ente las injusticias que viven otros cuerpos. Que se autoconvocan para proveerse energía política para resistir y actuar contra múltiples opresiones patriarcales, colonialistas, racistas y capitalistas. El acuerpamiento genera energías afectivas y espirituales y rompe fronteras y el tiempo impuesto. Nos provee cercanía, indignación colectiva pero también revitalización y nuevas fuerzas para recuperar la alegría sin perder la indignación”.

Sin embargo, hasta que los varones no manifiesten su desilusión con la clase masculina de la que son parte, algo faltará. No alcanza con nuestra interpelación, estoy convencida. De hecho los femicidas nos odian. ¿Por qué van a sentir que lo que hacemos es digno de ser considerado para que cambien su idea sobre lo que pueden sobre nosotras?
La gran interpelación a la masculinidad hegemónica tiene que venir de los propios varones.
Quiero decir, los violentos, los sexistas, los violadores, los femicidas tienen que ser puestos bajo sospecha, repudiados, no tolerados también y fundamentalmente, por quienes todo el tiempo han armado pactos entre caballeros para desplegar sus privilegios y modos de estar en el mundo. No es sólo para los 3 de junio, no es sólo para los 8 de marzo ni para las convocatorias del feminismo. Es de para y con todos los días.

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¿Quiénes son los femicidas de Heridas que no cierran? Varones que están entre nosotrxs, varones que han transitado por nuestras escuelas, universidades, clubes, sindicatos… Los hay trabajadores de empresas de seguridad, administradores de un hostel, profesores de taekwondo, policías, empleados. Asesinan –las más de las veces- con cuchillos, decapitan, apuñalan a quienes dijeron querer –también, las más de las veces.

Las caras de los femicidas demarcan y marcan una barrera para atravesar el libro. Es la que tuve que poder traspasar para poder leer los textos. No es sencillo, debo “confesar” que cuando fui leyendo borradores que generosamente Gerardo me iba compartiendo las sensaciones corporales y afectivas eran otras diferentes a la de ver ya sus caras estampadas allí tiempo después. Sabía que ese “detalle” faltaba, no imaginé hasta ver el primer borrador con las fotografías que otras cosas sucederían ahí o me sucederían.
Eso, ver sus rostros encabezando cada poema, adquirió otro nivel u ¿otro espanto? cuando tuve el libro en la mano.
Gerardo nos explicó sus motivos en esta presentación y en medios de prensa estos días sobre el porqué de esas imágenes en el libro.

Es posible que comparta todas y cada una de sus razones, así y todo la operatoria que nos propone es incómoda, molesta, difícil, controvertida, áspera, tensa, afectada.
No produce satisfacción ni calma.
Hay algo del orden del espanto.
Digo todo esto, y parece que voy contra el deseo de Gerardo de ser leído. De ser escuchado.

Carlos Skliar, escribe ensayos educativos y filosóficos. Define la palabra poema en su libro “Lo dicho. Lo escrito. Lo ignorado” (2011):

“Poema: palabra que Derrida pronuncia y define como “el demonio del corazón” y que parece como un ovillo que rápidamente se transforma en erizo y vuelve a la posición ovillada. Poema no sólo designa un texto diferente a otros textos, sino una disposición distinta de la memoria, la perplejidad, la experiencia y el deseo. A veces en único testimonio de lo que ocurrió. Otras veces crea la sensación de lo inaudito. Hecho con las mismas palabras que proceden de la misma lengua, su pronunciación se desliza desde un cuerpo hacia otro cuerpo. Se advierte, a menudo, una falsa pronunciación. Prescindir del poema es prescindir de la humanidad”.

Éste es un libro de poesía de la emergencia. Es un libro incómodo, porque nos hace ver también que los femicidas no actúan en el vacío social, que el sistema de valores heteropatriarcales se difumina por doquier.
Ojalá la poesía de Gerardo contagie a otros a traicionar sus fidelidades con el mandato heteropatriarcal del macho violento.
Porque necesitamos más producciones culturales contra los femicidios y los femicidas, necesitamos poesía, música, cine, literatura, teatro, arte callejero, arte grafitero, arte popular, arte arte arte que nos ayude a entender que no vamos a entender jamás.
Necesitamos también más feminismo para salvarnos.


Neuquén, 6 de junio de 2017

10.6.17

El poeta de radiofotos escarba el filo de la carne

Este texto fue leído durante la presentación de heridas que no cierran (espacio Hudson, mayo de 2017), poemas sobre femicidios, de Gerardo Burton, que se hizo en el local del gremio docente ATEN provincia en la ciudad de Neuquén el 06 de junio de 2017 (Fotos: Oscar Virginillo)
por Silvia Mellado




Hace cuatro años casi, en agosto de 2013, se presentaba también acá, en Neuquén, tranvía 4 (ediciones con doble zeta), el décimo séptimo libro de Gerardo Burton. Después vino la plaqueta beatlemania  (la cebolla de vidrio, 2016) y ahora heridas que no cierran.

Traigo a la memoria la presentación de tranvía, no porque quiera resaltar la figura de autor, autoridad o la idea de trayectoria –creo que Gerardo no usufructúa esas etiquetas ni como poeta, ni como periodista, ni como editor e incluso ni como religador cultural. Más bien, todo lo contrario, a veces creo que a Gerardo le resultan incómodas algunas referencias sobre su obra en términos de lugares consagrados, fundacionales o de inicios de tal o cual literatura en la zona.

Decía que traigo a la memoria la presentación de tranvía porque en aquella ocasión fue Macky Corbalán, poeta – lesbiana - feminista, quien introducía la poesía de su amigo. Y no rememoro aquella celebración por un simple trazo afectivo sino porque a ella está dedicado Heridas que no cierran y sabemos que ese lazo en la amistad y en la poesía ha generado o propulsado el gesto de Gerardo de elaborar estos quince poemas. En aquella presentación de 2013, macky decía algo así como “el poema (en los versos de Gerardo) se hace carne y se entrega a las bocas abiertas, sedientos para siempre”. En efecto, estos poemas de heridas que no cierran continúan esa intensidad: la poesía de Gerardo se entrega atravesada por la necesidad y la urgencia de decir, de escarbar entre los destellos enceguecedores de los múltiples relatos y las falsas informaciones; escarbar para mostrar los rostros de los verdugos, la mirada de los asesinos. Escarba digo, entonces, hurga, desentierra las matrices que nos ponen a nosotras todavía en el lugar de vidas desechables y, al mismo tiempo, nos adjudican un lugar de minas/canteras/yacimientos que sostiene el mismo sistema que nos oprime.

Es el poeta de radiofotos (último reino, 2004) quien aquí también, en heridas que no cierran, bebe de sus muchas actividades –la de poeta y las de sus investigaciones en el ámbito de la prensa, principalmente–  y traza de modo doloroso aquellas historias no dichas o tergiversadas para hacer que el poema muestre una fisura, la contradicción, exhiba la maquinaria racional que pretende la mayoría de las veces teñirse con relatos de pasión.

Hace unos días, pudimos charlar un momento acerca del libro y él me decía que había una imagen que había sobrevolado esta búsqueda o momento anterior a la escritura de estos poemas: la imagen del cuchillo. El cuchillo / faca / facón  como herramienta que se vuelve arma, erecta y viril, una prolongación de la mano del compadrito que marca, taja y sacrifica. Y pensaba en qué imagen del poemario contrarresta o le hace frente a la imagen del cuchillo y se me aparecía, entonces, ‘la barrera de álamos’ del poema “playa serena, mar del plata, buenos aires”:

y la distancia
es también el amor
la voluntad de un amor
que no deja
pasar, la barrera de mujeres
altas como los álamos
y los Sauces
sonoras como el agua
de los canales y del río 

Es esa imagen de una barrera, una imagen anclada en el imaginario de nuestro lugar y que desde aquí emerge revolucionaria en el sentido de que tuerce el orden, promete que el mundo puede ser de otro modo. Contra la imagen del cuchillo se alza una barrera de álamos, una valla que impide pasar, un cerco que no va a dejar avanzar

troncos, tan altos, que pueden caerte a vos, cuchillo, encima 
y revertir tu filo, hacerlo líquido
nada
esta barrera de mujeres cosidas 
con los hilos de la solidaridad, la colectividad, la lucha, la militancia

Una barrera de álamos que mira a los ojos de quienes, a modo de viajeros victorianos, todavía creen que pueden erigir tranquilos el ojo poseedor de todo lo que mira.
Ya no somos todas esas niñas que no se atreven a mirar el ojo del cuchillo. Un poema de La pasajera de arena (macky,  tierra firme 1992) dice:

Ser sola
como cuando -apenas nacidas- 
miramos el mundo y supimos 
que nos habíamos equivocado

es este mundo el que hemos venido a cambiar, es este mundo de heridas que no cierran que la poesía colectiva, polifónica y política también puede cambiar.