En julio de 1980, en una reunión en mi casa de Martínez, donde nos habíamos mudado hacía poco, hicimos un homenaje, un recuerdo de amigos desaparecidos. Se habían cumplido hacía poco cuatro años del golpe de Estado. Escribí entonces un poema introductorio y otro con aire de milonga, que le llevé a una amiga, Georgina Aguerre, que había sido compañera de trabajo en la editorial de Carlos Lohlé. Ella había dejado el empleo para integrarse a las Voces Blancas y luego comenzó a presentarse como solista interpretando temas del folklore latinoamericano y del tango. Durante varias tardes trabajamos el poema -la milonga- y finalmente, ella la cantó en esa reunión. Había alrededor de 30 personas en la casa. Tres o cuatro años después, Georgina se instaló en París con su pareja de entonces. Allí trabajó como maestra de canto, en formación de la voz de actores y actrices y en espacios teatrales. Es madre de una mujer, Julia, y sigue, aunque jubilada, en su oficio.
El poema fue leído por un amigo, y la milonga fue la única vez que se cantó en público. Solamente está disponible en casetes caseros. Bueno, ésa es la historia de estos textos; sé que el poema no es bueno -diría que es malo-, pero la milonga zafa y, con la melodía, se supera.
Gerardo Burton (geburt@gmail.com)
Escuchen todos (recitado)
¿qué podré decir de esa época
si hasta dios era clandestino?
el miedo nos llevó a juntarnos
como hacen los animales en medio de las tormentas
y ahora que no hay quien tenga voz, fuerza, palabras,
quieren que creamos que fue mentira
la borrasca
pero yo sé que muchos
crecimos al amparo de tanta muerte,
yo sé que la memoria corre
más rápido que la moneda, más pertinaz que el agua
y que se escriben en cada esquina
los nombres de los ausentes
puedo decir algunos,
juan el bueno/raúl el manso/carlos el luminoso
y hay más, tantos más
pero todos
están en una región
donde sangre y esperanza
desterraron el olvido
porque el invierno había llegado
con lluvia, muerto él de frío
y los soldados
ocuparon calles y casas
sin descuidar un rincón para sembrar espanto
hermanos, que se abra el cielo
y escuche qué pasó:
Los ausentes – milonga
(se puede escuchar en: https://drive.google.com/file/d/1xOHbUOqZMG1vVZDFOn4WiNH6c9DbmtDL/view?usp=sharing)
De la historia de mi patria,
la de cuatro años atrás,
un pedazo de ese tiempo
es lo que voy a contar.
Vengan los cielos y escuchen
que no todo está perdido:
de esta historia cercana, viday
muchos no tienen olvido.
Todos sabemos de alguno
sea pariente o amigo,
entonces pues, nos ayuden
del canto en el motivo.
Sin saber cómo fue,
acaso por el descuido,
la luz se hizo tiniebla, y Dios
había desaparecido.
Estribillo
¿Dónde están los luminosos,
los mejores hermanitos,
dónde sus corazones
arrojados en el río?
En aquel tiempo mi tierra
guardó nombres en silencio:
penaba como nosotros
ella también sin consuelo.
Los llevaron por un rumbo
que no conoce regreso,
un día gris, y era junio
bajo la lluvia de invierno.
Juan fue el primero en partir,
de corazón encendido,
lo sorprendió entre la sombra
el terrible acero frío.
Después Carlos y Raúl
en un amanecer maldito
vieron los rostros duros
de sus propios asesinos.
Estribillo
¿Dónde están los luminosos,
los mejores hermanitos,
dónde sus corazones
arrojados en el río?
Una madrugada turbia
como mirada de infierno
les arrancaron la vida,
¡ay, mis hermanitos muertos!
Ahora vivimos en paz,
y ladran algunos perros,
en una paz que ha nacido
poblando los cementerios.
Resista el alma y no afloje
porque sea tanto el infierno,
que la luz está en nosotros
la luz de los que se han muerto.
Porque fueron tantos años
de dolores sin olvido
que no puede, hermanos, hoy) bis
el amor ser el vencido)
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